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Cultura

Otra impactante disertación de Esquiú: Elogio Fúnebre

Ilustrísimo Fundador de la Universidad de Córdoba, Rmo. D. Fr. Fernando de Trejo y Sanabria, pronunciado en la Iglesia de la Compañía de Jesús, el día 23 de Diciembre de 1881.

El esplendor y la gloria son muy propias de un gran mérito; pero no pocas veces, y no sé si de ordinario, una modesta sencillez suele ser el único ropaje de lo que es verdaderamente grande y augusto. Así, en efecto, nada hay tan sencillo en sí mismo, ni tan desapercibido en el país, como estos honores que hoy tributa en este Templo la Universidad de San Carlos a la memoria de su fundador D. Fernando de Trejo y Sanabria; y sin embargo, yo no veo cosa que pudiera compararse en lo augusto y solemne con este acto tan sencillo.

La América española, donde todo es nuevo, y que desde hace cierto tiempo hace como profesión de vivir sin pasado, cual árbol que, por erguirse más, arranca del suelo sus raíces, esa América, digo, nos ofrece aquí un hecho solemnísimo que tiene la sazón de 267 años! Un ser que cuenta casi tres siglos de vida por la unión constante del hecho y principio que lo constituyen: la constitución augusta de la Universidad y la memoria de su fundador, pública y constantemente honrada por lo que llamaríamos los magistrados de las ciencias, ya lo veis, SS., tal longevidad no es cosa frecuente en nuestro suelo, hondamente pulverizado no tanto por la revolución política, cuanto por la social y religiosa!

Pero aún hay más de este hecho tan sencillo como solemne. Él se haya ligado a este templo el más antiguo de Córdoba y que corresponde admirablemente al afecto piadosísimo que el ilustre finado profesaba a la Compañía de Jesús; y cosa increíble, humanamente imposible ahora 100 años! La Compañía de Jesús se halla presente y realiza los honores tres veces seculares de su buen amigo D. Fr. Fernando Trejo y Sanabria!

Lo que hoy presenciamos es, pues, un verdadero portento de vida en nuestra joven y trabajada América, y se comprende desde luego que no es menos honroso que consolador que tener cualquiera participación en este hecho augustisimo. Con todo eso, yo debo declararlos que me ha costado no poco tomar mi parte del elogio fúnebre. Temor y reverencia me lo impedían; reverencia a la majestad del asunto, temor a causa de la ilustración y cultura de los que me escuchan. ¿Qué elogio podrá ser digno de esa noble figura que se levanta sobre un pedestal de casi tres siglos que abrazando todo el período de civilización en América, ha sabido resistir a pruebas y luchas tremendas? Y por otra parte, ¿Cómo no temer de hablar a un concurso que representa la ilustración del país, no teniendo yo en mi favor ni ciencia, ni dotes oratorias, ni tiempo bastante, ni aún las relaciones de creencias religiosas con todos los miembros del Claustro Universitario, y con pocos de ellos las de simpatía a este traje que denuncia al proscripto del siglo XIX?

Pero, cosa extraña, ¡señores! Lo que ha vencido mi cortedad y miedo es aquello mismo que debía fomentarlos!

Cuando el Ilustre Rector y algún otro de los miembros del Ilustre Claustro me favorecían con repetidas instancias á que me hiciera cargo del elogio de Trejo, sin embargo de no atreverme a ello, confesaba desde luego que siendo sucesor aunque muy indigno de aquel hombre verdaderamente ilustrísimo, me reconocía estar llamado a evocar su nombre en la presente década. Y lo que decía a otros, me lo repetía a mí mismo: sí, yo debo hacerlo: tengo el mismo hábito que llevó Fr Fernando Trejo y Sanabria; y entre 22 Obispos que le han sucedido, el que habla es el primero que ha vuelto á la Silla Episcopal de Córdoba del Tucumán el tosco sayal de S. Francisco. Por inescrutable juicio de Dios me toca servir de eco en el último tercio del siglo XIX á esa hermosa voz del primer cuarto de siglo XVII, yo no debo pues esquivar este llamamiento, cualquiera que sea mi ineptitud, y por vil que sea el precio en que deba estimarse mi trabajo…., dije por fin como el niño Samuel, respondiendo a esa voz misteriosa que me llamaba.

Señores: esta Cruz que llevo sobre mi pecho, y el humilde pero honrado traje en que me veis, debían retraerme de levantar la voz ante la ilustración del siglo XIX; pero como se acaba de ver, eso mismo es precisamente lo que me ha impedido a hacerlo. Y dejaría de ser fiel a este llamamiento y a mi posición si, haciendo el elogio de Trejo, yo dijese otra cosa que esta palabra del Apóstol á su discípulo Timoteo: pietas ad Omnia utilis est; promissionem habens vitae quae nunc est, et futurae. En el siglo XVII se creía tan natural la unión de la fe con la ciencia, como la que hoy se reconoce entre el fruto y el árbol que lo produce; a haberme tocado , pues, razonar sobre la Universidad de San Carlos en el siglo en que se fundó, yo habría sido un impertinente, habría hecho la fatiga de Penélope, proponiéndome demostrar que la piedad cristiana era beneficiosa aún en orden a la ciencia, Pero hallándome en el ocaso del siglo XIX, y teniendo a mi frente en profunda lontananza al noble y generoso fundador de esta Universidad, yo no hago otra cosa que ser un fiel eco de la verdad diciendo sobre Trejo y su gloriosisima obra: Pietás ad Omnia utilis est.

Esto bastaba a mi propósito; pero en el justo temor de que la verdad cristiana quede marchita bajo el aliento del cierzo helado del sistema utilitario que tanto domina en nuestro siglo, yo no debo detenerme ahí, sino daros completo el pensamiento del Apóstol. Promissionem habens vitae quae nunc est, et futurae.

De mis labios no esperéis elocuencia; pero en cambio os prometo que ellos no dejarán escapar palabras que no sean verdad, y de verdad respetuosa. No puedo igualmente prometeros que mi pecho no lanzará ningún gemido, pero ¿quién podrá negar al dolor ese triste consuelo? Si tal sucede, desde luego os suplico que seais indulgentes con un alma que padece, y a quien solo el deber ha podido sacarla de su silencio. Y por la memoria del Ilustrísimo Trejo os pido benévola atención a este discurso que todo se ocupará de esa persona y de sus obras igualmente respetables.

………..

… En la biografía que siquiera a grandes rasgos debo presentaros del ilustre hijo de la segunda generación de colonos españoles en nuestro suelo, yo tengo muy en cuenta, quizá por un sentimiento de familia, los primeros 40 años de la vida de Fernando. Sobre ellos, nuestros historiadores y biógrafos solo nos dicen que su piadosa y heroica madre le envió a Lima a hacer sus estudios; que allí tomó el hábito de San Francisco, y que fue el primer criollo que gobernó la Provincia Franciscana del Perú. Sea cual fuere el móvil de mi especial atención, la verdad es que esos primeros cuarenta años se relacionan con los siguientes en las mismas condiciones que el tronco de un árbol con sus ramas y frutos; y que el pasar por alto su vida de religioso para atender solamente a sus virtudes y hechos de Obispo, es lo mismo que poner la vista es la cima de un edificio sin atender a su cuerpo y basamentos; salvo que, por solo el fruto se puede juzgar del árbol, como dice el Evangelio; y que la altura y magnificencia de un edificio nos dan testimonio de su solidez y buenas proporciones.

*NOTAS: ESTA ORACIÓN FÚNEBRE CONSTA DE 15 PÁGINAS EN EL LIBRO FUENTE YA MENCIONADO CON ANTERIORIDAD DE AUTORÍA DE ALBERTO CORTÉS, AÑO 1883.

Resulta absolutamente imposible citar todo el texto en el espacio que dispongo pero sugiero y llegado el caso encarezco, de ser posible, traten de leerlo completo y llegarán a sorprenderse a tal punto de considerar el talento de Esquiú algo casi sobrenatural. De no ser así, puede parecerles como a mí, y no me sonrojo, era poseedor de capacidades similares a Einstein o el mismo Stephen Hawking, sólo que el ámbito donde desarrollaba y daba a conocer sus valías intelectuales eran otros, aunque notablemente enriquecidos con su conocimiento de cultura universal simultáneo a su desarrollo. Esto me intriga, no tengo todavía acceso a advertir todas las fuentes de conocimiento ni el modo que llegaban a él.

No querría dejar pasar la oportunidad de comentarles que hace algún tiempo y luego de largas horas, días y meses de lectura e “ investigación” en bibliotecas, más las que accedo habitualmente , realicé un trabajo titulado “ La ruta de los sabios en Catamarca”. En el mismo, entre muchos temas, citaba la presencia de Trejo y Sanabria como encargado de la diócesis de Cafayate y Santa María, entre otras localidades. Su procedencia original era Paraguay. Luego de un tiempo, pidió se lo traslade a lo que hoy correspondería a Paclín y Santa Rosa.

En éste departamento ( hoy), compró la estancia de Quimilpa y luego de desarrollarla casi monumentalmente en todo lo que fuese agro ganadería y oficios, vendió la misma y con el producto de tal venta pudo levantar el Colegio Mayor de Santiago del Estero y El Colegio de San Carlos en Córdoba, piedra fundamental de la hoy Universidad Nacional de Córdoba.

Oh rara casualidad, ilustraban esta parte del trabajo las fotos de la estatua de Trejo y Sanabria del predio jesuítico mediterráneo y emparentaba su figura a la de Fray Mamerto Esquiú, por similitudes que hoy se resaltan en esta nota.

 

 

 

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