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Cultura

Querida infancia

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Querida infancia.
María Belen Cura

Por María Belen Cura

Quiero acariciar tu rostro, para luego terminar sosteniéndolo entre mis manos, quiero mirar tus ojos, aunque estén cerrados, quiero pedirte perdón, pero no creo que te importe cuando tu principal mandato al salir del vientre es amar por sobre todas las cosas.

Siempre se dice que nadie nace sabiendo, y te puedo asegurar que así es, también se dice que ahora es una opción tenerte, y también te aseguro que así es, lo que nadie explica es tan simple que para nosotros pasa prácticamente inadvertido, pequeña infancia, perdón por no entender como amarte.

Pero de nada sirve el perdón si solo quieres amar y ser amado, solo quieres jugar y sonreír.

Tan simple, tan brillante, tan magnífica como tu inocencia, tan potente como el entendimiento de que todo es mas simple de lo que a los adultos nos parece.

Nosotros, simples adultos, avasallando tu ser, mostrándote, a veces, nuestro lado mas oscuro, y muy pocas veces asumimos que fuimos esos niños, que queríamos jugar, amar y sonreír.

Y, es que cuando crecemos, nos olvidamos de la maravilla de lo simple.

Y nos enceguece lo primitivo, la violencia, el desinterés, el desapego… y al darnos cuenta del daño, justo un segundo después, tratamos de volver a ser empáticos, dulces y equilibrados, queriendo tener la razón por encima, incluso de la propia razón, y modificamos morales para que no suene a que te estamos ofendiendo, pero es la simple excusa del “por que yo lo digo” y vos, en tu inmensa bondad, sin mediar, a veces, palabras… solo sigues sonriendo, así como si todo fuese superado por un abrazo confortable que siempre pediste y no muchas veces llegó, pero con la alegría de que jamás perdiste la esperanza que llegaría.

Si pudiera darte un consejo, si tan solo, siguieras este consejo… Nunca desees que el tiempo pase rápido, nunca desees ser adulto, solo que cuando llegues a serlo, seas el mejor, el mejor amando el mundo que te dejamos.

Se que ninguna excusa podrá borrarte esas promesas sin cumplir, ni esas sonrisas que no te pude dar, no podré darte los cuidados que enseñan, ni el amor que aun no entiendo.

Querida infancia, perdón por no verte, perdón por no recordar eso que alguna vez fui.

Perdón por volverte invisible, querida infancia, en un mundo sordo y casi no admitido para niños, enseñándote cada día que debes ser un adulto antes de los 12 años.

Y todo esto se me pasa por la mente, y tal vez, jamás me anime a decirlo, solo veo tu rostro en mis manos y de alguna manera me conforta.

Tal vez por que solo sé, que desde mi más profundo anhelo espero que tus ojos solo estén dormidos y no sin vida y que, en algún momento yo, sienta la comodidad como el peor de los males, ya que solo así podré defenderte, podré mirarte, podré amarte.

Y si solo estas durmiendo, no lo hagas durante tanto tiempo, ya que, no podré enseñarte lo mágico del mundo, y vos nunca podrás mostrarme las cosas que olvidamos que nos hacen felices.

María Belén Cura

Infancia relatos cortos Adultos inocencia perdón

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