El dato de enero estuvo en línea con lo esperado. Claramente influenciado por la actualización de precios que venían artificialmente atrasados y también por el impacto del plan platita electoral de finales de 2023. En este sentido, debemos acostumbrarnos a empezar a mirar el IPC núcleo, que excluye a los regulados, para ir viendo si hay una desaceleración en el IPC.

Con datos hasta la segunda semana, proyectamos que el IPC nacional subirá 17,4% en febrero, lo que sería la segunda desaceleración consecutiva. Excluyendo los regulados, el IPC nacional se ubicaría en torno al 15% mensual. Lo más importante es que la variación semanal del IPC se desaceleró por debajo del 2%, un ritmo comparable al de octubre del año pasado.

Lo más importante es que no está habiendo una espiralización del proceso inflacionario. Y esto se debió a que el gobierno propuso un drástico cambio de rumbo. Como primera medida, apagó uno de los motores estructurales del proceso inflacionario: el financiamiento del gasto público con emisión. Esta es la principal ancla del programa actual, y será fundamental que se sostenga en el tiempo.

El segundo motor tiene que ver con la huida del peso por falta de confianza en el futuro del país. El cambio de gobierno y las medidas que se fueron tomando dieron oxígeno. Pero hasta que no se hagan las reformas estructurales, varias de las cuales estaban incluidas en la Ley Bases, no se solidificará este proceso y seguiremos en riesgo de que se desate una corrida contra el peso.