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Creativo país tenemos. No sé bien si logramos valorar ese arte en toda su dimensión.  Es que hay cosas que pasan, y sólo pueden entenderse desde esa mirada de originalidad que logra quitar situaciones corrientes del lugar de vulgaridad y previsión rutinaria que las envuelve, para convertirlas en una fiesta, en obras de arte.

Por ejemplo, creo que ha sido una genialidad de nuestro Canciller el haber transformado un acto protocolar, tedioso, como la recepción de credenciales del embajador suizo Hans-Ruedi Bortis, en una perla de la que tantos hablarían. Porque no hay porqué ser como todos. La media, para recibir a un embajador suizo, hubiera puesto una bandera suiza.  Todo medianía. Cafiero hizo colocar una bandera de Dinamarca, con lo que logró sacar del sopor al novato embajador suizo que seguro llegó a ese cargo sin hacer carrera, y portando ese notable carácter aburrido que tienen los suizos, y que tan bien describiera nuestra ex Ministra de Seguridad, Sabina Frederic. En aquella notable intervención, la talentosa Ministra dijo comparando la seguridad del Conurbano con la de este alpino país somnoliento, que “Suiza es más tranquilo, pero más aburrido". Si encima que son aburridos se los espera con una bandera corriente, ¿Qué puede esperarse de la reunión? Un bodrio.

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Pero después del dulce de leche, el colectivo y la birome, estos tiempos nos han puesto ante una nueva creación plenamente rebosante de argentinidad,  que entiendo dará que hablar en todo el mundo. Porque el tema pasa por salir de la vulgaridad, de lo que puede adivinarse, de lo corriente y previsible. Hacer un endulzante que endulce, no sorprende a nadie. O un limpiador que limpie. Todas pavadas. Cosas de yanquis o alemanes que no logran salir del molde. O de chinos. Nosotros estamos para otras cosas. Para lo nuevo, lo verdaderamente nuevo que nadie imagina. Acabamos de inventar algo que aún no valoramos en su magnitud.

Se conoce como movimiento piquetero al movimiento de trabajadores desocupados surgido en Argentina a mediados de los 90. La denominación "piquetero" proviene del hecho de que los movimientos de desocupados principalmente tienen como forma de protesta la instalación de piquetes en lugares estratégicos, para imposibilitar total o parcialmente la circulación por calles, caminos o rutas. Los cortes o piquetes iniciales fueron el método para formalizar la protesta contra los despidos de trabajadores en YPF, para expresar su descontento con la acción gubernamental. Es decir, en este formato, inventamos los piqueteros. Pero eso en realidad no es nada. Con otros nombres, los ha habido en todo el mundo en diferentes épocas.

Pero hoy, producto de un proceso complejo, hemos inventado algo superador. En estos días surcan las calles de Buenos Aires, los “piqueteros oficialistas”. Un hallazgo, un  destello de luz. Es el endulzante que hace todo más amargo,  la lapicera azul que escribe rojo,  la rueda cuadrada. Los piqueteros son un movimiento de protesta. Esa es su función y su motivo. Entender que se puede ser piquetero y oficialista es lo nuevo, lo increíble pero cierto, lo que sacude ese armazón intelectual que le impide al mundo crear. Acá nos lo permitimos. Tenemos piqueteros que además son oficialistas. Es una nafta que no es combustible, un cuchillo que no corta, agua que seca, un terrorismo pacifista. Es la cuadratura del círculo.

Piqueteros oficialistas; humildemente, otro invento argentino para el Mundo.

(*) El autor de la columna es Profesor de Historia