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Opinión

Pandemia, objetivos e interioridad

Hoy queremos reflexionar sobre un posible giro que permita desarmar este estado de cosas, donde la excelencia política ha sido una quimera, al no haber logrado erradicar la corrupción, la demagogia y un extendido fanatismo de “pertenencia”.

Estas circunstancias, alimentadas en los últimos 20 años por las actitudes intemperantes y arrolladoras de Néstor y Cristina Kirchner (primero en Santa Cruz y luego en la Casa Rosada), impidieron lograr un progreso en materia de disensos y abandonar una competencia “destructiva” y ululante, que terminó frustrando cualquier política superadora.

Al mismo tiempo, fortaleció una actitud de “manada” en las fanatizadas huestes “K” que lucharon siempre por “compromiso” antes que por verdadera “convicción”, sin comprender que solo pueden lograrse transformaciones virtuosas cuando se abandona la compulsión de vencer a “los demás” a cualquier costo, propiciando en cambio “la fabricación de un hombre nuevo, purgado de codicias, vicios y ferocidades que intente favorecer, tanto desde el Estado como desde la sociedad civil, la aparición de nuevas oportunidades para los hombres reales” (Fernando Savater).

La sociedad quedó dividida así en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión quedó recíprocamente anulada, propiciando una suerte de “fuerza bruta” que se apoderó del debate público hasta convertirlo en una caricatura, y podría terminar, como en la recordada película “La guerra de los Roses”, donde un matrimonio protagonizado por Michael Douglas y Kathleen Turner en la ficción, termina con la muerte de ambos, luego de diversas acciones de violencia recíproca.

La pandemia del Covid-19, que nos ha confinado a todos –en mayor o menor medida-, ha frenado casi en seco nuestro vértigo habitual, y podría muy bien servirnos para desterrar la violencia de enfrentamientos sociales - semejantes a los de ambos Roses en el film aludido-, que nos han llevado a una suerte de caos argumental.

Un caos provocado por facciones vociferantes y muy poco comprensivas de los límites que impone la realidad “real”. Un caos en el que todo el mundo se ama, se odia, se anula y se repugna de manera casi instintiva, dejando sujeta la lucha por el poder a cuestiones vinculadas con las “vísceras”, lo que deslizó el orden democrático hacia una suerte de incivilización.

Irónicamente, el arrasador kirchnerismo, no se siente totalmente seguro de mandar en plenitud, porque teme el eventual estallido de una olla a presión donde nos mantiene encerrados, víctimas de sus disposiciones gubernamentales facciosas.

No hay duda alguna que la quietud que nos ha impuesto la crisis sanitaria nos puso a la vista algunas normas en cuya eficacia y fertilidad creímos durante mucho tiempo, que quizá no sean ya las mejores. Pero para superarlas, NECESITAMOS PARIR OTRAS ENTRE TODOS, A FIN DE NO QUEDARNOS SIN UN PROGRAMA DE VIDA EN COMÚN.

La propagación de una crisis de magnitud inesperada, inédita y de consecuencias impredecibles, debería recordarnos los principios básicos de la convivencia humana, que obligan a deponer la lucha “contra” los demás, para definir, simultáneamente, los roles de todos los actores sociales de manera creativa.

Al respecto de esta última cuestión, recordamos una anécdota referida a un diálogo mantenido una vez entre Jorge Luis Borges y Baldomero Fernández Moreno –a quien aquél admiraba-, donde el gran escritor regañó al poeta porque viajaba poco, perjudicando así su creatividad.

Éste, que tenía fama de ser muy ocurrente, le respondió en el acto: “Sí, es cierto, pero ¿sabe Ud. Borges?, yo suelo hacer viajes imaginarios dentro de mi habitación”.

Quizá los viajes “interiores”, a los que nos ha obligado el aislamiento preventivo, consigan despertar en nosotros -como ocurría con Baldomero FM-, un nuevo modo “creativo” de ver la realidad, recordando que algunas transformaciones de la historia ocurrieron como consecuencia de sentimientos de esta índole, provocando resultados totalmente inesperados.

Como sucedió con la caída del Muro de Berlín, el día que miles de ciudadanos se levantaron una mañana armados de pico y pala, y comenzaron a voltearlo diciéndole a los “soviets” algo así como: “nos han mentido durante 30 o 40 años, prometiéndonos un mundo mejor que no llegó. Sentimos que la libertad nos espera y preferimos construirla con nuestras propias manos”.

Todo un símbolo, que significó la caída de una autenticidad desvirtuada en los hechos, que permitió marcar el punto de partida de una nueva aventura, porque un comportamiento libre es aquel que se ajusta a un principio de convivencia, elevando sus razones a una meta ideal.

El próximo lunes 17, la manifestación a que nos convocan algunas fuerzas vivas -recordando el renunciamiento del General San Martín-, podría significar el comienzo de una resistencia pacífica contra una reforma judicial inconsulta –por citar un ejemplo en carne viva-, pergeñada entre gallos y medianoche, que avanza caprichosamente contra viento y marea con propósitos específicos inconfesables.

Hagámoslo sin estridencias, ni picos, ni palas, como en Berlín. Pero con estandartes que reflejen nuestra apuesta formal a una sociedad diferente.

A buen entendedor pocas palabras.

Carlos Berro Madero

carlosberro24@gmail.com

17 de Agosto Banderazo kirchnerismo olla a presión Pandemia reforma judicial Roces

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