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Opinión

Pic-nic en la luna

Por Lillian Calm - Periodista

Para mí el mejor libro de la periodista italiana Oriana Fallaci, sin duda, es “Si el sol muere”, un título de la década de los sesenta que muy pocos conocen.  Y cada cierto tiempo, cuando la humanidad observa eclipses y habla de la llegada del hombre a la Luna, vuelvo sobre sus páginas.

Ahora se ha juntado todo. En mi mente se ha generado una verdadera constelación de astros: por una parte Chile no solo fue epicentro en la Tierra de un bullado eclipse lunar, sino que además se han producido otros dos hechos singulares: las celebraciones por el cincuentenario de la llegada del hombre a la Luna y, por otra parte, la decisión de Donald Trump de imprimirle millonarias remesas de dólares al proyecto NASA para plantar en la superficie de la Luna, pero además de Marte, la bandera de los Estados Unidos.

La llegada del hombre a la Luna (es decir, el instante en que dos terrícolas la pisaron) cumple en estos días su medio siglo: la misión Apolo 11 fue enviada  al espacio el 16 de julio de 1969, llegó a la superficie de la Luna el 20 de julio y al día siguiente dos astronautas, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, caminaron sobre la superficie lunar. Observar eso en el momento mismo y desde un arcaico televisor, como lo hice al igual que prácticamente el mundo entero, me pareció muchísimo más emocionante que el eclipse del otro día.

El otro hecho se proyecta hacia el futuro: el polémico mandatario estadounidense, Donald Trump, volvió a anunciar, ahora frente al monumento a Abraham Lincoln, que “vamos a ir otra vez a la Luna pronto, y plantaremos la bandera de Estados Unidos en Marte pronto”. Repitió el “pronto”.

La administración  Trump ha presentado una solicitud de 1.600 millones de dólares adicionales para incrementar el presupuesto de la NASA durante el próximo año fiscal. Le corresponde ahora al Congreso decir la última palabra.

Todo esto me hizo, como ya decía, releer páginas del libro de Oriana Fallaci que ya trató el tema del presupuesto y nada menos que en una entrevista que le hizo al padre, si puede llamarse así,  de toda esta epopeya lunar: a Werner von Braun.

Entre los disímiles entrevistados de “Si el sol muere”, uno de ellos es el propio Werner von Braun, padre del programa espacial de la NASA. Cinco años antes del alunizaje, ella le preguntó con su estilo tan propio:

“Aquí se habla del viaje a la Luna como si se tratara de un viaje desde Huntsville a Nueva York, y se repite continuamente que tendrá lugar, al menos por parte de los americanos, hacia 1970. ¿Se realizará realmente hacia 1970?”.

La respuesta de Von Braun, contra todo lo que Oriana se hubiera podido imaginar, se centró solo en las platas:

“Si el pueblo americano está dispuesto a pagar, sí. No le quepa la menor duda. La empresa cuesta centenares de millares de millones de dólares, o sea, miles de millares de millones de liras, y solo puede realizarse si el Congreso sigue financiándola. Mi único gran sí es precisamente éste. Un sí financiero, no técnico. No tengo previsto ningún retraso desde el punto de vista técnico. Existen, evidentemente, algunas dificultades; pero todas ellas son de fácil solución. El viaje es corto: ocho días entre la ida y la vuelta. Trasladarse a la Luna es un pic-nic”.

Sí. Ahora nuevamente es el Congreso de Estados Unidos el que tiene en sus manos decidir si se organiza o no ese nuevo pic-nic.

 

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