En nuestro ecosistema político, hay figuras que acumulan cargos como si fueran medallas, pero cuyo desempeño revela una alarmante falta de capacidad y compromiso. Son los todólogos del fracaso: ocupan ministerios, direcciones, bancas y comisiones, pero no dejan huella más allá del deterioro institucional. Esta concentración de funciones sin resultados no es casual; es síntoma de un sistema que premia la lealtad partidaria por encima del mérito, y que convierte al Estado en un tablero de favores antes que en una herramienta de transformación. El ciudadano no necesita políticos omnipresentes, sino gestores competentes. Y cada cargo mal ejercido es una oportunidad perdida para el desarrollo colectivo.
🧾 Trayectoria política de Dalmacio Mera
• Diputado nacional (2009–2011)
• Vicegobernador de Catamarca (2011–2015)
• Senador nacional (2015–2021)
• Ministro de Inclusión Digital y luego de Educación (2021–2023)
• Defensor del Pueblo (desde 2025)
⚖️ Controversias recientes
• Fue designado como Defensor del Pueblo en medio de fuertes críticas por falta de independencia y por haber sido parte del Ejecutivo.
• Solicitó un refuerzo presupuestario de 344 millones de pesos, incluyendo gastos en publicidad, viáticos y vehículos, lo que generó indignación en sectores opositores.
• Legisladoras como Silvana Carrizo lo acusaron de convertir la Defensoría en una “caja política para privilegios”.
• Durante su gestión en Educación, fue cuestionado por la compra de camionetas de alta gama mientras se denunciaba falta de inversión en escuelas.
“Dalmacio Mera encarna al político multitarea con resultados monocromáticos: muchos cargos, pocas mejoras. Un defensor del pueblo que parece más defensor del presupuesto propio.”
Pero el problema no es solo Mera. Es el sistema que lo produce y lo sostiene. Un sistema donde los cargos se reparten como premios, donde la lealtad partidaria vale más que la idoneidad, y donde la ciudadanía queda relegada al rol de espectadora. Mera no es un caso aislado: es el síntoma de una democracia que ha perdido el vínculo entre representación y responsabilidad.
En tiempos donde la política necesita reconstruir credibilidad, figuras como esta representan lo contrario: la persistencia de una casta que se recicla, se autoprotege y se reproduce sin rendir cuentas. Y mientras tanto, el pueblo —ese que debería ser defendido— sigue esperando que alguien lo represente de verdad.