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Cultura

Bony, el Rodolfo Valentino de Ambato

Este título los puede desorientar con el contenido de la nota y podría suceder que se desencanten, que les resulte agradable o, tal vez los conmueva si es que les agradan ciertos personajes dotados de cuatro patas y llamados con toda justicia y de modo general,“ el mejor amigo/a del hombre”. frase cierta si la hay.

Veamos si comparten mi opinión pero para ello debo arrancar desde el principio ( obviamente) y de eso hace ya bastante tiempo y ocurrió, como no puede ser de otra manera, en El Rodeo en la locación de la Hostería Provincial de Turismo.

En el tiempo que ocurren estas anécdotas absolutamente verídicas dicha hostería estaba a cargo de don Julio Navarro – espero que la memoria no me traicione y haga poco creíble mi relato. Era costumbre de aquel tiempo, antes del almuerzo ir a dicho lugar a tomar un vermut, en mi caso como simple compañía, se realizaba acompañando a mi hermana Inés y su esposo Guido, yo bastante chico por entonces.

Aquella vez llegamos al lugar y salió a recibirnos un “ Canis familiaris”, llamado can y, entre nosotros, sencillamente perro. Este descendiente del lobo ( es verdad), era un cachorro marca “ perro” tipo batuque bien peludo, con manchas negras sobre fondo blanco y un ojo de pirata. Nos abordó con saltos y todo tipo de piruetas, mimos y cabriolas hasta que de la parte cubierta del edificio se escuchó una voz con gran autoridad que dijo : “Cacique, vení para acá”. Era Don Julio y parecía muy, pero muy enojado.

Ya ubicados en la mesa pude ver como desde lejos el alegre cachorro nos miraba como pidiendo auxilio. Vino entonces la anécdota del encargado quien se refirió a la mala conducta del susodicho y contó que ese día les había roto gran parte de la vajilla, la que se encontraba como de costumbre sobre una mesa con mantel y al morder uno de los bordes que asomaban hacia su altura, tiró de el, pero como no era de esos magos que suelen sacar esa prenda sin que se mueva una sola copa o plato, se vino todo abajo lo que causó la indignación vamos a decir que justificada, del administrador y nos comentó que lo iban a sacrificar!!! más tarde.

Horror!!!, fue como un flechazo directo al corazón. Entonces comenzó toda una serie de pedidos, ruegos, promesas de mi parte para que evitemos tal desenlace y lo llevemos a nuestra casa. No recuerdo cuánto duró aquel episodio pero el resultado fue que Cacique fue almorzar en Villa Inés. Desde aquel día nunca más nos separamos por dieciséis años. Lloré cuando partió hacia el cielo de los animales, en un verano también en El Rodeo, pero lo acompañé hasta el último momento.

Vamos a la otra parte, la historia de Valentino que en realidad se lo había bautizado como Bony y algunos o muchos lo conocían como Bony Ocampo. Era extraordinariamente “ mujeriego” y tenía novias en los cuatro puntos cardinales. Algunas de ellas, las de verano, estaban lejos de casa y era precisamente en la finca de los Narváez Acuña por la ruta 4 hacia Las Juntas a unos dos y medio km de el centro de la Villa. Allí se iba y pasaba muchos días regalando encantos pero uno de los dueños de casa, solía desquitarse pelándolo a lo servicio militar con maldad, pues le hacía una franja por la mitad del cuerpo lo que obligaba una vez que volvía a tener que pelarlo entero. El Gringo Narváez se desquitaba como un “Otelo vernáculo”.

He aquí una característica sobresaliente del Romeo. Si el amor coincidía con algunas de las crecientes bravas del río Ambato(no había puente carretero) se iba unas cuantas decenas de metros río arriba, enfrentaba las aguas y, nadando salía en la otra orilla que lo llevaría hacia donde se encontraba su Jullieta o Julietas.

Cuando volvíamos a la ciudad pues comenzaban las clases, todos los días me acompañaba hasta la puerta del Colegio Nacional con un peligro adicional: El Pilo Sotomayor, también solía ser acompañado por otro grandote pendenciero y, mientras se izaba la bandera se sentían los desencuentros en la vereda .Algo sumamente curioso que nunca supe descifrar, el Bony en el horario de salida, estaba sentado en la esquina de Sarmiento y San Martín como un solo hombre esperando a su inseparable amigo.

Si ustedes prefieren pueden cortar aquí su lectura pero yo no puedo dejar de contarles otras curiosidades del Valentino.

En lo que hoy es la librería Catálogos, estaba la Zapatería Tomsa, sumamente coqueta. Era de la familia Gaibizo no sé si está bien escrito, y la hija del dueño tenía dos señoritas de primorosos rulos blancos y sendos moños, que las cuidaba como carmelitas descalzas. Enterado el enamoradizo que las damas estaban en condiciones de aceptarlo, se instalaba en la plaza principal, justamente en el mástil, durante el día desde donde hacía sentir su presencia con todo tipo de reclamos y canciones y a la noche, debajo de algún auto de alquiler u otro estacionado.

En algún momento las niñas Gaibizo salían de paseo siendo abordadas por el enamoradizo can. Tal fue el enojo, una vez de la familia, que mi madre sufrió una demanda por el mal comportamiento de su hijo adoptivo.

Pero la historia no termina allí.

Llegó la cigüeña con unos primorosos capullos idénticos al padre, la “ abuela” supo llamarme para que conozca los cachorros y hete aquí que cuando entro al ámbito ( living) donde se encontraba la familia, padre y madres, estaban todos en un enorme sillón de tela roja seguramente pana o terciopelo, lo que demostraba que el Valentino Bony, había concretado su hazaña más renombrada.

A tu memoria, inolvidable compañero y amigo.

Callejero Catamarca El Rodeo Hosteria provincial de Turismo Rodolfo Valentino

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