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Cultura

Copia textual de la introducción del libro: “Fray Mamerto Esquiú”, apuntes biográficos

“¿ Qué nos hemo~ propuesto al compilar los materiales que, componen la presente obra? Lo diremos en pocas VI palabras. La talla del personaje de que se trata es de aquellas que irradia vivísimos fulgores, iluminando todos sus contornos, y que se agiganta tanto cuanto mas se aleja de su centro. Por consiguiente, es una figura estraordinaria, ecepcional, digna -del estudio, del exámen y de la imitacion; figura que ha hecho escuela y dejado numerosos prosélitos, que tiene por admiradores á los mas sesudos pensadores y á los mas distinguidos literatos y hombres de letras; figura que se ha impuesto, digamos así, al entendimiento de unos, á la ilustracion de otros y al buen sentido de todos. - ¿ Estamos descaminados, hay en este sentir exageracion, ó nos dejamos llevar del entusiasmo, amor y cariño que profesamos al humilde franciscano? Las siguientes referencias, cuya rigorosa exactitud garantimos, 10 ván á decir y en ellas nos apoyamos para justificar nuestra actitud. El Illmo. Esquiú, acompañado del Canónigo Malina, fué á despedirse de Monseñor Mattera, despues de la ronsagracion de éste en su alto rango de Arzobispo de Irenópolis.~ e Vengo á besar el anillo á V. E., le dijo, y pedirle sus órdenes, pues ya no es necesaria mi presencia acá y me la reclama mi Diócesis.' - e Oh! yo soy quien debo besar sus piés, le contestó Monseñor Mattera, y á la palabra siguió la accion, hincándose y pugnando por besar los piés al Obispo. Este habia quedado estático en el primer momento, verdaderamente confundido; pero al instante. se repuso, y tomando á Monseñor hizo esfuerzos por levantarle. Uno y otro lloraba! La' escena no podia ser mas tierna, mas elocuente ni mas conmovedora. Las dos nobles figuras estaban radiosas en ese momento, nos decía el único testigo que la presenciára. Sabido es que el Illmo. Esquiú fué el ángel tutelar de los 'catamarqueños, especialmente de los - pobres, de quienes era el consuelo y de los ricos de quienes era consejero. Predicaba, aconsejaba y velaba sin cesar por la moral y buenas costumbres públicas y privadas. Habia ciertos espectáculos repugnantes á la moral que habian sido indebidamente tolerados por la Policía, y el P. Esquiú se dirijió al Gobernador de la Provincia, solicitando se ordenára no fuesen VII permitidos en adelante. El Gobernador, si bien en el primer momento no recibió bien la peticion, apenas se retiró el Padre Esquiú, dió la órden que él deseaba, pues sus in- ·dicaciones, por la justicia que entrañaban, eran irresistibles. Corría el año 1 867. El P. Esq uiú residía en Bolivia. Felipe Varéla, el célebre montonero, derrotado en Salta despues de sus horrendas fechorías, por fuerzas del General Navarro, habíase internado á Bólivia y llegó á Sucre, donde tambien se hallaba el P. Esquiú. Las simpatías de los bolivianos, que han sido siempre francas y manifiestas en favor de los argentinos, se demostraron visiblemente entonces, pues VareIa cuya conducta salvaje y crímenes odiosos eran conocidos, fué muy mal recibido, al estremo que nadie queria comunicarse con él y le promovían silbatinas y cencerradas en las calles públicas. El hombre que gozaba de gran prestigio en todas las clases sociales era el P. Esquiú. VareIa lo supo y quiso hacerse amigo de tan poderoso personaje con el cual podría pasearse libremente sin ser molestado. Al efecto, le pidió una conferencia pur medio de una carta. El P. Esquiú recibió esa carla y despues de leerla, dirijiéndose á un jóven compatriota, el P. Uriburu, corista del mismo convento, le dice: - « Toma eso, hijo, y lee.» El corista leyó la misiva apresuradamente.-c y bien! ¿ Qué te parece?» agregó el P. Esquiú.-. e Lo que á mí me parece es que la carta de un bandido como el que la envía no debe ser contestada, porque los salteadores y profanadores de templos y de ·hogares no merecen consideracion alguna" contestó el corista vivamente emocionado.- e Pero, fíjate, niño, que faltas á la caridad y que no te es lícito espresarte así contra un desgraciado. ) - «Lo que yo sé es. que corre sangre argentina por mis Vénas·· y que me avergüenzo de los crímenes con que ha deshonrado á mi pátria ese gran facineroso.» - e Pero. si él me busca por qué le he de rechazar? i Puede estar arrepentido !.» - e i Qué arrepentido vá á estar el bandolero, ¡:uando por su carta misma se trasluce su cinismo? Si estuviera arrepentid~ no mandaría cartas, vendría á postrarse á los piés de un confesor. No, ese salteador quiere tener buena sombra para seguir en sus maldades, y si V. le dá audiencia será porque ha dejado de ser argentino!) - y VIII al lanzar este último terrible apóstrofe el jóven corista á la faz del P. Esquiú, se retiró á su celda completamente disgustado, sin que éste le hubiera replicado una palabra. Era costumbre del mismo ir á la celda del P. Esquiú á la hora de tomar el mate; esa hora llegó, pero no concurrió. El P. Esquiú lo mando llamar y la contestacion que obtuvo fué de que no vendría; mas tarde volvió á mandarlo invitar y otra vez le contestó, que no quería ir. Pocas horas despues, el P. Esquiú penetraba en la celda del corista, llevando un mate cebado por él y al brindárselo. le dijo : -- Hijo, hermano mio, perdón eme si 10 he ofendido; no ha sido mi ánimo darle tan mal rato; soy argentino y amo á mi Patria no ménos que 10 que la aman sus buenos hijos y la amaré hasta el fin de mi vida; le prometo que no iré á la cita que me dá ese Sr. Varela; pero, por el amor de Dios, le pido que me perdone y que vaya á mi celda como lo ha hecho todos los dias; ahora mismo le suplico que vamos á tomar nuestro matesdo.' El suplicado quedó confundido: él habia sido e! ofensor y el ofendido le pedía perdon; él no era mas que un _ triste y oscuro corista que no valía ni pesaba nada, y todo un Padre Esquiú, victoreado y aclamado por todos, se iba á humillar ante él! - (Este rasgo admirable de la humildad de Fr. Mamerto me sirvió de luz y de enseñanza, y nunca olvidaré la dulzura de sus palabras ni la actitud singular que en ese momento tenía su rostro; él fué mi padre, mi guía, todo, lo amaba y respetaba profundamente,-nos decía el P. Uriburu al referirnos lo que queda narrado. ¿ Qué nos hemo~ propuesto al compilar los materiales que, componen la presente obra? Lo diremos en pocas VI palabras. La talla del personaje de que se trata es de aquellas que irradia vivísimos fulgores, iluminando todos sus contornos, y que se agiganta tanto cuanto mas se aleja de su centro. Por consiguiente, es una figura estraordinaria, ecepcional, digna -del estudio, del exámen y de la imitacion; figura que ha hecho escuela y dejado numerosos prosélitos, que tiene por admiradores á los mas sesudos pensadores y á los mas distinguidos literatos y hombres de letras; figura que se ha impuesto, digamos así, al entendimiento de unos, á la ilustracion de otros y al buen sentido de todos. - ¿ Estamos descaminados, hay en este sentir exageracion, ó nos dejamos llevar del entusiasmo, amor y cariño que profesamos al humilde franciscano? Las siguientes referencias, cuya rigorosa exactitud garantimos, 10 ván á decir y en ellas nos apoyamos para justificar nuestra actitud. El Illmo. Esquiú, acompañado del Canónigo Malina, fué á despedirse de Monseñor Mattera, despues de la ronsagracion de éste en su alto rango de Arzobispo de Irenópolis.~ e Vengo á besar el anillo á V. E., le dijo, y pedirle sus órdenes, pues ya no es necesaria mi presencia acá y me la reclama mi Diócesis.' - e Oh! yo soy quien debo besar sus piés, le contestó Monseñor Mattera, y á la palabra siguió la accion, hincándose y pugnando por besar los piés al Obispo. Este habia quedado estático en el primer momento, verdaderamente confundido; pero al instante. se repuso, y tomando á Monseñor hizo esfuerzos por levantarle. Uno y otro lloraba! La' escena no podia ser mas tierna, mas elocuente ni mas conmovedora. Las dos nobles figuras estaban radiosas en ese momento, nos decía el único testigo que la presenciára. Sabido es que el Illmo. Esquiú fué el ángel tutelar de los 'catamarqueños, especialmente de los - pobres, de quienes era el consuelo y de los ricos de quienes era consejero. Predicaba, aconsejaba y velaba sin cesar por la moral y buenas costumbres públicas y privadas. Habia ciertos espectáculos repugnantes á la moral que habian sido indebidamente tolerados por la Policía, y el P. Esquiú se dirijió al Gobernador de la Provincia, solicitando se ordenára no fuesen VII permitidos en adelante. El Gobernador, si bien en el primer momento no recibió bien la peticion, apenas se retiró el Padre Esquiú, dió la órden que él deseaba, pues sus in- ·dicaciones, por la justicia que entrañaban, eran irresistibles. Corría el año 1 867. El P. Esq uiú residía en Bolivia. Felipe Varéla, el célebre montonero, derrotado en Salta despues de sus horrendas fechorías, por fuerzas del General Navarro, habíase internado á Bólivia y llegó á Sucre, donde tambien se hallaba el P. Esquiú. Las simpatías de los bolivianos, que han sido siempre francas y manifiestas en favor de los argentinos, se demostraron visiblemente entonces, pues VareIa cuya conducta salvaje y crímenes odiosos eran conocidos, fué muy mal recibido, al estremo que nadie queria comunicarse con él y le promovían silbatinas y cencerradas en las calles públicas. El hombre que gozaba de gran prestigio en todas las clases sociales era el P. Esquiú. VareIa lo supo y quiso hacerse amigo de tan poderoso personaje con el cual podría pasearse libremente sin ser molestado. Al efecto, le pidió una conferencia pur medio de una carta. El P. Esquiú recibió esa carla y despues de leerla, dirijiéndose á un jóven compatriota, el P. Uriburu, corista del mismo convento, le dice: - « Toma eso, hijo, y lee.» El corista leyó la misiva apresuradamente.-c y bien! ¿ Qué te parece?» agregó el P. Esquiú.-. e Lo que á mí me parece es que la carta de un bandido como el que la envía no debe ser contestada, porque los salteadores y profanadores de templos y de ·hogares no merecen consideracion alguna" contestó el corista vivamente emocionado.- e Pero, fíjate, niño, que faltas á la caridad y que no te es lícito espresarte así contra un desgraciado. ) - «Lo que yo sé es. que corre sangre argentina por mis Vénas·· y que me avergüenzo de los crímenes con que ha deshonrado á mi pátria ese gran facineroso.» - e Pero. si él me busca por qué le he de rechazar? i Puede estar arrepentido !.» - e i Qué arrepentido vá á estar el bandolero, ¡:uando por su carta misma se trasluce su cinismo? Si estuviera arrepentid~ no mandaría cartas, vendría á postrarse á los piés de un confesor. No, ese salteador quiere tener buena sombra para seguir en sus maldades, y si V. le dá audiencia será porque ha dejado de ser argentino!) - y VIII al lanzar este último terrible apóstrofe el jóven corista á la faz del P. Esquiú, se retiró á su celda completamente disgustado, sin que éste le hubiera replicado una palabra. Era costumbre del mismo ir á la celda del P. Esquiú á la hora de tomar el mate; esa hora llegó, pero no concurrió. El P. Esquiú lo mando llamar y la contestacion que obtuvo fué de que no vendría; mas tarde volvió á mandarlo invitar y otra vez le contestó, que no quería ir. Pocas horas despues, el P. Esquiú penetraba en la celda del corista, llevando un mate cebado por él y al brindárselo. le dijo : -- Hijo, hermano mio, perdón eme si 10 he ofendido; no ha sido mi ánimo darle tan mal rato; soy argentino y amo á mi Patria no ménos que 10 que la aman sus buenos hijos y la amaré hasta el fin de mi vida; le prometo que no iré á la cita que me dá ese Sr. Varela; pero, por el amor de Dios, le pido que me perdone y que vaya á mi celda como lo ha hecho todos los dias; ahora mismo le suplico que vamos á tomar nuestro matesdo.' El suplicado quedó confundido: él habia sido e! ofensor y el ofendido le pedía perdon; él no era mas que un _ triste y oscuro corista que no valía ni pesaba nada, y todo un Padre Esquiú, victoreado y aclamado por todos, se iba á humillar ante él! - (Este rasgo admirable de la humildad de Fr. Mamerto me sirvió de luz y de enseñanza, y nunca olvidaré la dulzura de sus palabras ni la actitud singular que en ese momento tenía su rostro; él fué mi padre, mi guía, todo, lo amaba y respetaba profundamente,-nos decía el P. Uriburu al referirnos lo que queda narrado”. ....

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