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Opinión

El cristinismo y el caos como método para recuperar la centralidad política

"El caos o yo", fue la lapidaria frase con la que Charles de Gaulle consiguió el masivo respaldo de los franceses en 1958 para fundar la Quinta República. Cristina Kirchner -lejos de la heroica trayectoria del general que enfrentó al nazismo- parece jugar con esa consigna, aunque cambiándole la conjunción: "el caos y yo".

Con el alegato paralelo que emitió el martes desde el Senado, la vicepresidenta evidenció su objetivo de recuperar la centralidad política con la estrategia de la victimización que tantos frutos le ha prodigado al peronismo a través de la historia. Con la tremenda puesta en escena de ayer en las cuadras del coqueto barrio de Recoleta que rodean su lugar de residencia, la tropa que le responde -incluida parte de la dirigencia que alguna vez la consideraba una pieza del pasado- demostró que el caos también forma parte de esa estrategia para teñir de cristinismo al conjunto del Frente de Todos.

La militancia camporista y sus socios que amagaban con alejarse del universo K (Leandro Santoro, confidente de Alberto Fernández, debió suspender el acto que iba a encabezar en Parque Lezama para sumarse al desfile en Recoleta) encontraron en el vallado montado por la Policía porteña en las adyacencias de Juncal y Uruguay la excusa perfecta para improvisar una concentración masiva en defensa de la vice que estaban imaginando para más adelante. La confusión tapa todo, maquinan.

Así fue como parte del debate político derivó en las últimas horas hacia las motivaciones del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, para imponer ese estricto operativo de seguridad, luego de haber dado libertad de acción a lo largo de la semana para que los adherentes a Cristina se manifestaran frente a su departamento, para beneficio de vendedores de gaseosas y choripanes.

Desde sectores del oficialismo celebran -y volvieron a hacerlo esta vez- cada movimiento en el que creen adivinar que Larreta se ve obligado a actuar bajo presión de los "halcones" del macrismo, para sostener sus pretensiones de no perder terreno en la disputa por la carrera presidencial de 2023.

Paradójicamente, los más duros del PRO -en la máxima reserva- le adjudicaron al operativo una dosis de debilidad de arranque, al punto que cuando intentó enmendarse resultó demasiado tarde. Fue la visión principalmente de quienes rodean a Patricia Bullrich, presidenta del PRO y rival del jefe porteño en la interna presidencial, quien suele jactarse de su experiencia como ministra de Seguridad de "mano dura".

Con todo, en público la dirigencia de Juntos por el Cambio salió a defender las medidas adoptadas por la Ciudad, endilgándole la responsabilidad de los hechos de violencia exclusivamente a los militantes oficialistas y, sobre todo, a la ex presidenta, por no haber apelado a su poder de persuasión para ponerle un freno a los desbordes.

Más allá de los matices, en la oposición coinciden en que el electorado porteño reclamaba mayoritariamente alguna medida para recuperar la libertad de tránsito en las calles tomadas por el cristinismo. Otra de las hipótesis que maneja buena parte de la dirigencia de Juntos consultada por este cronista es que las actitudes de la vicepresidenta apuntan a intimidar a los tres jueces del tribunal oral que deben decidir si aceptan el pedido de condena de los fiscales y, de paso, a salpicar a empresarios, dirigentes opositores y hasta a funcionarios de su propia fuerza.

Para llegar a esa conclusión de basan en el filoso mensaje del martes, plagado de frases que no buscaron precisamente demostrar una supuesta inocencia en la causa Vialidad, sino que apuntaron a verter datos que encuadran en el concepto de "carpetazos" y que insinuarían amenazas de "llevarse puestos" a todos los que se le pongan enfrente o le nieguen protección ante el avance del proceso judicial.

Mientras tanto, los roles del Presidente y el ministro de Economía -socios de Cristina en el armado del Frente de Todos- quedaron a la sombra de las pretensiones de impunidad de la vicepresidenta.

¿Otra vez el dedo en 2023?

Marcelo Hugo Helfgot

Argentina caos cristinismo disturbios kirchnerismo opinión peronismo politica Recoleta

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