Decíamos hace pocos días, en presencia de un paisaje nevado en plena ruta hacia el Rodeo, que la única solución que teníamos para poder soportar los calores infernales era  poner en funcionamiento nuestras neuronas, es decir una parte de nuestra MENTE, y nuestra imaginación,  simplemente nuestra necesidad de subsistencia.

En algunos lectores dio cierto resultado y seguramente en otros era absolutamente imposible de lograr.

Citaba el ejemplo de un sucesor del enorme Mahatma Gandhi, el también enorme Lanza del Vasto, quién hace tiempo supo darme ejemplos del poder de la mente humana, cuando se la ejercita durante muchos años ( nosotros no teníamos tiempo para tales ejercicios, pues las llamas nos consumían y no había oportunidad de pensar otra cosa que no sea en buscar cómo salvarnos del infierno terrenal.

Pero según los  pronósticos meteorológicos la lluvia nos habría llegado con antelación, cosa que no ocurrió, pero ayer, con un cielo diáfano, le dije a María Cecilia, mi esposa, que el dolor que soportaba yo de una pierna accidentada era tan insoportable, que daba por seguro que vendría el cambio de tiempo ( hay razones científicas, salvo opinión de tantos amigos que son expertos en temas médicos, que indican indefectiblemente que  el cambio era seguro, al mejor estilo de de asertos de  brujos y chamanes. modernos.

No pasó mucho tiempo que del Sur  primero y luego del Norte, del Este, del Oeste de Arriba y de Abajo, se desencadenó tal tormenta, que aparte de traernos una esperada felicidad también trae preocupación puesto que nuestro país y muchos otros, no está preparado para tales cambios ambientales y pasamos de calores extremos a lluvias torrenciales, de un río Paraná casi  seco con incendios pavorosos, a un poco de tranquilidad.

Pero como no estamos preparados a los cambios, seguramente estas torrenciales lluvias llevan severos problemas a nuestros semejantes que no tienen sus habitaciones en condiciones de soportar las inclemencias de cualquier extremo.

Pero esta lluvia como cascada del Iguazú por momentos, nos trae un poco de alivio a tan difícil y extenso tiempo de fuego insoportable.

Vale entonces la imaginación: primero, mediante ella supusimos que sentíamos menos el rigor del fuego y por la fuerza de ése pensamiento, trajimos el agua que bendecimos de corazón, pues nos dará un respiro cierto a nuestros atribulados cuerpos.

NOTA: en momentos que la lluvia era francamente una cortina de agua, no era posible tomar fotos pues, francamente no se veía absolutamente ni a un metro.