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Política

Sube la temperatura y no hay acuerdos mínimos en la cúpula

Ambos tomaron la decisión. Alberto y Batakis lo resolvieron a solas en una reunión al inicio de la noche del miércoles. Alberto despotricó contra los especuladores: “No me van a torcer el brazo”. La ministra acompañó: “No podemos y no vamos a devaluar”. Ambos –después- hablaron de los codiciados dólares no liquidados por el campo. Alberto exclamó: “¡Son US$ 20.000 millones que retienen en silobolsas!”.

El dúo quedó en tomar medidas para “inducir la liquidación” de esa millonada. En ese contexto, se evalúa la posibilidad de permitir liquidar por 90 días una parte a través de la Bolsa. Pero la decisión no está tomada. Ambos comparten el criterio del BCRA. Miguel Pesce cree que todo es cuestión de tiempo y que en agosto el faltante de dólares va a aflojar. Repite como un Buda: “No hay que desesperar”.

La insólita teoría la expuso en el directorio. Siempre –en el segundo semestre- hay en la Argentina más escasez que abundancia de billetes. Pesce insiste en la intimidad en que el tipo de cambio oficial no está atrasado y que –por eso– no lo pueden empujar a devaluar. El BCRA trabaja propuestas para alentar la liquidación añorada. La primera es bajar en forma temporaria las retenciones. Los “dogmas” de Cristina frenaron la idea.

Anoche evaluaban dar un dólar preferencial para los que adelanten ventas al exterior. Pero la decisión no está tomada. También -a la vez – quieren entregar un atractivo bono fiscal para el campo.

La AFIP le entregó al Presidente mapas y ubicaciones de dónde están almacenados los granos. Alberto, con esos papeles, amenazó: “Tenemos geolocalizados y sabemos quiénes son los especuladores. Si no entienden actuaremos”.

La Casa Rosada cree en fantasmas y dice que esa actitud es desestabilizadora. Se alertaron porque compraron soja hasta empresarios electrónicos: Ruben Cherñajovsky y Nicolás Caputo. En la Casa Rosada no entienden la realidad de las cosas: el productor se guardó la soja frente a la incertidumbre que provoca el propio Gobierno.

Existe liviandad en el manejo de la crisis. El colmo fue el insólito anuncio del miércoles: que otro día iban a anunciar medidas cambiarias. Esa impericia recalentó todo y encima la decisión sobre el turismo fue un tiro con cebita.

También fue patético el papel de la vice en medio del tsunami económico: atacar a la Corte Suprema, reflejando que solo tiene una preocupación, que es ella misma. La crisis tiene dos epicentros centrales y fundamentales. El primero, la ausencia de dólares frescos y reservas en el BCRA. Pesce ya rasca el fondo de la olla.

La otra -y clave- es política: el grave deterioro que tuvo la gobernabilidad de la Casa Rosada. El destrozo en la credibilidad es fruto de la fratricida guerra entre Cristina y Alberto. Fue un desgaste autoprovocado que afectó a los dos contendientes: el Presidente y la vice están averiados.

Máximo -en forma irresponsable- renunció a la jefatura de bloque y le tiró un misil al Presidente. Cristina erosionó durante cinco meses –con discursos incendiarios- el poder presidencial y de sus ministros clave. La salida de Guzmán detonó la bomba. Máximo y Cristina atacaron sin tregua: si las cosas terminan mal, serán tan responsables de la crisis como Alberto.

El Presidente contribuyó: enfrentó cada desafío y calificó de disparates la ofensiva de la madre y el hijo. El Gobierno se paralizó y no funcionó... Ayer, un ministro clave lo decía así: “No pararon de tirarse tiros en el propio pie”. El Frente de Todos ahora paga las consecuencias: no tiene credibilidad y enfrenta una corrida de desconfianza sobre la gestión de la dupla Alberto-Cristina.

La cuestión la abordan los informes secretos de Wall Street. Sus contenidos son cada vez más virulentos sobre la inconsistencia. Dicen que vamos con rumbo de colisión. No son infalibles y suelen equivocarse mucho sobre la Argentina. Evalúan la realidad con viejos “dogmas” y tienen groseros preconceptos. Pero el último domingo, el fondo Fidelity Investment fue lapidario. Emitió un breve “paper” lleno de adjetivos y calificativos negativos. El texto descalifica a Martín Guzmán: lo trata de “arrogante” e “incumplidor serial”. Y después se la agarra contra la vice: “Cuanto antes la población se diera cuenta de que CFK y compañía les vendió una historia falsa, sería mejor”. Y concluye: “El país necesita un plan o el futuro será más doloroso”.

Estas opiniones se multiplican en Wall Street: eso explica la huida masiva de los bonos argentinos. Cristina entró en pánico. Y Alberto, desorientado. Sergio Massa está decepcionado por la pasiva actitud de sus socios. La “troika” abrió un diálogo. En esa “mesa política” siguen los reproches y son pocas las coincidencias. Las reuniones son tensas. Cristina sigue objetando la impericia del equipo de Alberto, y el Presidente esta dolido por los ataques personales de la vice.

Alberto no les perdonó la alusión pública a temas de su vida privada. Tampoco que Cristina haya dicho “yo no sabía que Alberto era así, tan pelotudo”. Ahora los “une el espanto” al abismo económico y el temor al terremoto político. Pero de esos contactos no surgió –hasta ahora- nada positivo y menos una propuesta de acción concreta para evitar lo peor. El silencio de Cristina es atronador.

Existen diagnósticos diferentes. Massa fue el único concreto en las reuniones: propone un cambio integral del Gabinete y un paquete de medidas de fondo para generar confianza y frenar el dólar. Se trata de la receta que propuso al inicio de julio, el día después de la inesperada salida de Guzmán. Ahora decidió –solo– esperar y que actúen Cristina y Alberto.

La vice está a favor de un cambio de ministros y un relanzamiento del Gobierno. Pero quiere una “radicalización” de las medidas y de la gestión: volver a lo peor de su último mandato. Perseguir a los formadores de precios, meter más controles al dólar e intervención. Cristina lo argumenta con una frase: “a los otros –por los mercados- no los vas a convencer”.

Axel Kicillof baja línea y hasta metió un “veedor” en las reuniones del equipo económico: Augusto Costa insiste con más de lo mismo. Alberto tiene distinta visión que sus socios. El Presidente compró el diagnóstico de Pesce. En el BCRA dicen que hay que dejar pasar julio y que en agosto el mercado cambiario va a aflojar.

La complaciente proyección obvia datos calientes: en cuatro días, el BCRA vendió US$ 340 millones y el drenaje no se detiene. Agosto parece una eternidad. Está claro que el “círculo rojo” no opina como Pesce. Para los banqueros hay tres factores que presionan una devaluación del dólar oficial: la falta de reservas; la enorme brecha cambiaria; y el –cada vez mayor- atraso del dólar oficial.

Batakis le dio un baño de realidad a la Casa Rosada. La ministra habló de “estado de guerra” en la reunión de Gabinete y dijo que las cosas están pésimo. Batakis acusa a Guzmán de haber dibujado los números y que se encontró con “un martes trece”: el déficit desbordado, la emisión al límite y exhaustas las reservas.

La ministra hablará de esto con Kristalina Georgieva, en un encuentro pactado con el FMI la semana próxima. Se hará en caso de concretarse el viaje a la Casa Blanca. Hasta anoche estaba en pie la reunión Biden-Alberto. Batakis va a encontrar comprensión política. Pero ninguna técnica.

Ian Goldfjan, el auditor a cargo de Argentina es un duro. Ya el brasileño lo planteó hace semanas: para el FMI la brecha es inaceptable y Argentina tendría que aumentar –devaluando– el piso cambiario para cerrarla.

Marcelo Bonelli

Argentina crisis económica dolár

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