Siendo este 2023 un año de elecciones de presidente y vicepresidente, gobernadores e intendentes, pasa a un segundo plano la relevancia de que también renovamos la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación, un tercio del Senado, la mitad de las legislaturas provinciales y de los concejos deliberantes. Como si las cámaras legislativas fuesen un aditamento menor para acompañar a las fórmulas presidenciales, integrar una lista para el Poder Legislativo parece un consuelo del infortunio. Nuestra arquitectura constitucional, sin embargo, ubica en primer término al Poder Legislativo, al punto que nuestra Constitución lo menciona primero, antes que al Ejecutivo y el Judicial.
Ante todo, somos un Estado de Derecho, es decir que nos gobernamos por leyes que emanan, a nivel nacional, del Congreso. Y es el Poder Legislativo en donde están representados todos los ciudadanos, hayan votado por el presidente que resultó ganador, o no. Representa a todo el pueblo de las provincias que componen la República Argentina, y por ello está presente el arco iris de la oposición. Tomando la Constitución, diputados y senadores crean la ley; el presidente, a partir de esa ley, crea el decreto. Si bien el presidente tiene la facultad de enviar al Congreso proyectos de ley, e incluso puede vetar leyes aprobadas por el Poder Legislativo, el centro gravitatorio del Estado de Derecho está en el Congreso.
Resulta claro que nuestro sistema le otorga una masa importante de poder a la presidencia de la República, y así fue planteado y pensado por Juan Bautista Alberdi, con el propósito de que pudieran contenerse los desbordes de la anarquía y las rebeliones, a fin de lograr la unión nacional. Pero también existen mecanismos para impedir el otro desborde, el del despotismo, y para ello existen el Congreso y el Poder Judicial, así como lo extra estatal, como son los medios de comunicación y la sociedad civil. Alberdi escribió mucho y claro sobre la Presidencia, pero nada en sus Bases –libro fundacional de nuestro orden constitucional- sobre el Congreso. Y el Poder Ejecutivo, al ser unipersonal, si bien está acompañado en su función por los ministros y secretarios, tiende a tener un protagonismo mayor y sumamente visible, frente a los 257 diputados y 72 senadores.
Los parlamentos o congresos nacieron para contener al poder de los monarcas, que hacían y deshacían a su antojo, sin responder ante ningún humano, teóricamente sólo ante Dios. Hubo muchas revoluciones en Europa para lograr el gobierno responsable, es decir, el gobierno que responde ante los representantes del pueblo reunidos en un parlamento o congreso. Porque el Poder Legislativo no sólo crea leyes y establece impuestos, sino que también controla al presidente y a su gabinete.
Llegando a los primeros cuarenta años de la restauración democrática en Argentina, es tiempo de darle nueva vida y vigor a nuestro Congreso, viendo en él el Poder de donde emanan esas normas que nos gobiernan y administran cada día. ¿Le pondremos un poco más de atención a la hora de votar?
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