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Opinión

El factor Lousteau

La contradicción principal que enfrenta el sueño presidencial de Larreta se llama Mauricio Macri. Hasta que el fundador del PRO no despeje la incógnita sobre si se presentará o no en las elecciones del 2023, todo el armado de Larreta es en alguna medida provisorio.

Pero existe una contradicción secundaria que impacta en el interrogante principal y lo condiciona: la pelea por la sucesión porteña, que enfrenta -por ahora- a Jorge Macri del PRO y Martín Lousteau de la UCR. De momento, Larreta viene navegando esa contradicción a la espera que se resuelva la principal.

Pero los tiempos pueden anticiparse. Los radicales están bastante incómodos con la idea del PRO de repetir el año próximo la Triple Corona: Quedarse con las candidaturas a presidente, jefe de Gobierno y gobernador de la provincia de Buenos Aires.

"De la Rúa para ser presidente le tuvo que entregar la Ciudad al Frepaso. Muchos radicales siguen cuestionando hasta hoy esa decisión, pero la verdad es que si no la tomaba no era Presidente", suele reflexionar en la intimidad el diputado Emiliano Yacobbiti, motor político del armado territorial que respalda a Lousteau.

El control de la Ciudad es un tema hipersensible para el PRO. Es posible que Macri esté dispuesto a dejar pasar la pelea presidencial, pero cuesta imaginar que ceda el control del territorio donde nació su fuerza política y le ofrece una fuente inagotable de negocios públicos y privados, que le permiten sostener una estructura nacional. La simbiosis es tan intensa que cuesta imaginar que es el PRO sin la Ciudad.

Lousteau y Yacobitti han utilizado a la Universidad de Buenos Aires (UBA) como banco de pruebas de un dispositivo político que fantasean con extrapolar a la pelea porteña. La nueva conducción de la UBA que llevará a Yacobitti al sillón de vicerrector -con el poder real- integra a sectores peronistas y hasta kirchneristas, como el Movimiento Evita y los poderosos Médicos Municipales, que acaba de conquistar Carlos Rojo. Su hijo es el líder de la agrupación territorial 100 barrios, encolumnada con el proyecto de Lousteau, al igual que el ex dirigente de la JUP, Rubén Torelli, ahora del Movimiento Evita.

El ministro de salud bonaerense Nicolás Kreplak, que es kirchnerista, pero no camporista, es otro importante socio político de los médicos municipales de Rojo.

La pregunta obvia es: ¿Para qué necesita Lousteau trasladar al territorio porteño este armado con peronistas y kirchneristas, si ya tiene de aliado al PRO?

La respuesta es igual de evidente: Se trata de la construcción de un escenario de competencia electoral por fuera de Juntos, en caso de que naufrague el acuerdo con Larreta, que promete una competencia justa por la candidatura a jefe de Gobierno, pero nunca se sabe.

"En la Ciudad hay segunda vuelta, Martín sabe que tiene la carta de ir por afuera y esperar al PRO en el ballotage", advierte uno de los más experimentados armadores de Juntos.

"Se trata de romper barreras con el peronismo para que nos apoyen en un eventual ballotage", agrega un dirigente del espacio de Lousteau.

Desde el sector de Jorge Macri acusan recibo de la amenaza, pero muestran los dientes: "Lousteau va a tener que explicarle a los porteños porque vuelve a estar con los kirchneristas, si lo hace corre el riesgo de salir tercero".

Pero el dilema no es menor. La Ciudad siempre fue el oscuro objeto del deseo de los radicales y como bien recuerda Yacobitti, la pérdida de ese territorio es una herida que llega hasta hoy. A tal punto es central para ese partido, que se puede decir que fue la única concesión importante que Raúl Alfonsín le sacó a Carlos Menem en el Pacto de Olivos, que habilitó la reelección del riojano.

Cuando Alfonsín negoció la autonomía porteña sabía que le estaba entregando la Ciudad a De la Rúa y es imposible no imaginar que intuía que al mismo tiempo le entregaba algo mucho más importante: un territorio para alcanzar la Presidencia.

Pero pasó mucha agua bajo el puente y el PRO supo construir una hegemonía en la Ciudad que incluye una porción importante del radicalismo con Daniel Angelici a la cabeza. Angelici es Macri, no Larreta, y le dice a todo el mundo que este año enfrentará a su amigo Yacobbiti en la pelea por la conducción de la UCR porteña.

Y acá es cuando volvemos a la contradicción principal. Varios meses antes de las elecciones del año pasado, cuando Larreta le explicó a Melconian que la Ciudad era un engranaje a disposición de su proyecto presidencial, en el PRO sonaron todas las alarmas. Y lo que sucedió revela la estructura de poder real de ese partido: Nicky Caputo la fue a ver a María Eugenia Vidal y le dijo: "La Ciudad no es de Horacio, es de todos, así que vos tenes que competir en la Ciudad". Y fue lo que pasó.

Hoy Vidal está con Macri y dice que sólo le interesa lo nacional. Pero la amenaza de su candidatura porteña sigue vigente.

Por eso, la Ciudad es un satélite crítico, orbitando en torno a Larreta y Macri. Por ahora, el jefe de Gobierno apuesta a un acuerdo con el ex presidente, que le despeje el camino a la candidatura presidencial sin grandes traumas.

Pero lo realmente interesante surge cuando se analiza un escenario en el que Macri decide ser candidato. Larreta le dice a todo el mundo que si eso sucede lo va a enfrentar en las primarias. Los radicales que están más cerca suyo creen que el futuro ya llegó y Larreta debería actuar ahora como si la interna estuviera planteada, incluso para evitarla. Esto es cerrar -no tantear- un acuerdo detallado con todos los radicales que pueda, empezando por Lousteau y Gerardo Morales, para plantarse frente a Macri con ese respaldo.

En definitiva, Larreta es hoy el fuelle entre dos fuerzas que empujan en la misma dirección, para exprimirlo al máximo en la negociación final. Y tanto los radicales como Macri saben que el que cierre primero se lleva la mejor parte.

Todo puede cambiar porque se trata de política en la Argentina -que es como jugar a la bolita en la cubierta enjabonada del Titanic-, pero quienes han frecuentado a Macri en las últimas semanas lo ven más interesado en "poner" y condicionar al próximo presidente que en presentarse. Y está demasiado claro que su pliego de condiciones tiene una cláusula inviolable: la Ciudad. Sería demasiado ingenuo pensar que el pase de su primo al gobierno porteño es ajeno a esta contradicción principal que todavía no se habla, pero se discute todo el tiempo.

Ignacio Fidanza

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