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Opinión

Nunca es triste la verdad. ¿lo que no tiene es remedio?... (I)

…a propósito del (nuevo) recorte en el presupuesto educativo nacional

 

Allá por 1983, ese ícono de la canción escrito por el cantautor Joan Manuel Serrat bajo el título “Sinceramente tuyo” que dio a luz en su álbum “Cada loco con su tema”, rezaba en una de sus líneas que “…nunca es triste la verdad…”.

Para quienes abrazamos la educación como herramienta o palanca de cambio de las naciones, el Informe publicado por el Observatorio Argentinos por la Educación sobre las proyecciones del Presupuesto Educativo Nacional para el año 2023[1] que se discute por estos días en el Congreso de la Nación, hacen que estemos tentados de no compartir aquella expresión del maestro Serrat, pues la tristeza aflora ante una verdad irrefutable: la de ver la educación como una variable de ajuste, del ajuste de ayer, del ajuste de hoy y del ajuste por venir.

Nadie escapa en la Argentina a la responsabilidad política de haber depredado recursos de la educación -bajo mil y un argumentos-, aun cuando todos -más aun en tiempo electorales-, engolan sus discursos en favor de la misma.

El informe de referencia señala que la proyección presupuestaria para el año 2023 sostiene un ajuste de -15,5% con relación a la proyección de cierre del presente ejercicio 2022 que de por sí ya viene con ajustes efectuados recientemente del orden del 5% sobre lo proyectado, que se suman a los ajustes interanuales de los años 2018 (-9,2%), 2019 (-6,9%) y 2020 (-15,6%).

“…Al presentar el presupuesto del Ministerio de Educación de la Nación a precios constantes del 2022, se observa que la proyección para 2023 de acuerdo al Proyecto de Ley del presupuesto alcanzaría a $735.467 millones. Esto compara contra un presupuesto proyectado para 2022 de $870.044 millones, el cual ya incorpora un ajuste del 5,0% respecto del crédito vigente a la fecha.

El Presupuesto de 2023 es el segundo más bajo de los últimos 11 años, después del gasto ejecutado en 2020 por el Ministerio de Educación de $690.100 millones.”, concluye el informe de marras.

En 2006 nos comprometimos a través de la Ley 26075 de Financiamiento Educativo  a aumentar la inversión en Educación hasta alcanzar la meta de un seis (6%)  por ciento en 2010 del producto bruto interno argentino, solventando la educación entre Nación, las provincias y CABA; compromiso que renovamos en la Ley 26206 de Educación Nacional  donde el Estado asumió la garantía del financiamiento del  Sistema Educativo Nacional destinado exclusivamente a educación, en un piso del  seis por ciento (6 %) del producto bruto interno.

Cabe aclarar que ya en la Ley 24195 Federal de Educación de 1993, habíamos asumido el compromiso de una inversión no inferior al cuatro (4%) del producto bruto interno.

La realidad -esa que no tiene remedio en los versos de Serrat-, indica que ese mandato legal (aquel que nos fijamos en 1993 y que renovamos con mayores bríos en 2006) fuimos capaces de cumplirlo sólo en el año 2015, incumplimiento del que son responsables tanto el Estado Nacional como las jurisdicciones provinciales y de CABA.

En casi treinta años, sólo una vez.

Ese incremento de la inversión en Educación iba ligado a otros objetivos que asumimos en la Ley 26075 del año 2006:

  1. nos comprometimos a “mejorar las condiciones laborales y salariales de los docentes de todos los niveles del sistema educativo, la jerarquización de la carrera docente y el mejoramiento de la calidad en la formación docente inicial y continua” (artículo 2° inciso “i”), y nunca como hoy ha estado tan des jerarquizada y mal remunerada la tarea docente, con ingresos que no alcanzan ni tan siquiera el nivel fijado para el salario mínimo, vital y móvil si tomamos los cargos testigos del sistema.
  2. nos comprometimos a que “…como mínimo, el treinta por ciento (30%) de los alumnos de educación básica tengan acceso a escuelas de jornada extendida o completa, priorizando los sectores sociales y las zonas geográficas más desfavorecidas…” (artículo 2°inciso b), y aún seguimos en varias jurisdicciones -tras los coletazos de la pandemia de Covid 19-, viendo cómo agregar una hora más a las jornadas escolares bajo una retahíla de anuncios que sólo quedan en eso, pues ni siquiera hemos podido garantizar en líneas generales ciento ochenta (180) días de clases.
  3. nos comprometimos a “…promover estrategias y mecanismos de asignación de recursos destinados a garantizar la inclusión y permanencia escolar en niños, niñas y jóvenes que viven en hogares por debajo de la línea de pobreza mediante sistemas de compensación que permitan favorecer la igualdad de oportunidades en el sistema educativo nacional…” (artículo 2° inciso c), y más allá de los sistemas de becas establecidos desde el nivel nacional y algunas jurisdicciones provinciales, otras líneas de apoyo (boleto educativo gratuito, etc.), todos los esfuerzos en materia educativa naufragan cuando según el INDEC, en el segundo semestre de 2021 -último dato disponible- la pobreza alcanzó a un 51,8% de niños/as de entre 0 y 17 años, y en una proporción similar los hogares no pueden solventar los gastos escolares mínimos, como compra de útiles[2].
  4. nos comprometimos a “… expandir la incorporación de las tecnologías de la información y de la comunicación en los establecimientos educativos” (artículo 2° inciso g), y en materia de tecnología y conectividad se redujo del 42 al 26% los hogares que no tienen computadora o tablet para la realización de las tareas escolares entre 2021 y 2022, y del 30 al 8% quienes no tienen celulares en el mismo período, mientras que uno de cada cuatro hogares no cuenta con ningún dispositivo en el hogar disponible para la realización de las tareas escolares[3].
  5. nos comprometimos a “…producir las transformaciones pedagógicas y organizacionales que posibiliten mejorar la calidad y equidad del sistema educativo nacional en todos los niveles y modalidades…” (artículo 2° inciso f) y no hay medición alguna que indique que han mejorado los indicadores propios del sistema en la última década, sino que, por el contrario, es palpable el costo social del fracaso escolar.

 

Es tiempo de asumir responsabilidades compartidas de nuestro fracaso colectivo, ese que el Covid 19 sólo vino a agravar pues como la ha señalado UNESCO el  Covid 19  no es sólo  un problema de salud pública sino  también implica una gran crisis para la educación, al  desnudar, mostrar y agravar las desigualdades de arrastre  que la inercia de la realidad pre- Covid 19 mantenían ocultas, afectando de modo directo a miles y miles de niñas, niños y adolescentes fundamentalmente de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

Si hay acuerdo sobre este escenario de base, debemos arribar a un segundo acuerdo: el no abortar la capacidad de INNOVAR que esta situación de emergencia nos presenta.

Y la innovación debe venir de la mano de asumir la EMERGENCIA EDUCTIVA y proponer (nos) un CAMBIO DE PARADIGMA que exige políticas educativas radicalmente diferentes en cuanto al rol de las escuelas, de los docentes, de las familias y de los demás actores de la comunidad.

Hay que dar un vuelco ante este estado de cosas y si este tiempo de crisis es también un tiempo de oportunidades, no dejar de perder una valiosa oportunidad para hacer algo nuevo e ingenioso con nuestro sistema educativo, empezando -claro está-, por no seguir siendo objeto de ajuste en sus recursos, ya de por sí muy exiguos.

Sólo habrá un “mundo después”, diferente del anterior, si todos los actores de la educación tomamos parte en su construcción y si como actores, somos convocados para llevar adelante la misma.

Philippe Meirieu reflexionaba desde su “Café Pedagógico”[4] haciéndose algunas preguntas que tomo como propias

# Nunca se ha hablado tanto de solidaridad: ¿vamos a promover una verdadera pedagogía de la cooperación?

# Nunca se ha hablado tanto del bien común: ¿nos vamos a dar cuenta de que, para tomar conciencia del bien común, no todas las prácticas pedagógicas son iguales y que hay algo que es la diversidad y que debemos atender?

# Nunca se ha hablado tanto de la necesidad de cuidar de los demás: ¿vamos a hacer de la ayuda mutua un valor cardinal de nuestro sistema educativo?

# Nunca se ha dicho tanto que nuestro futuro sólo puede pensarse en términos de la dimensión de nuestra “Patria”: ¿haremos por fin algo distinto desde los niveles decisorios para pensar esa Patria desde lo diverso, lo distinto, e interactuar desde las riquezas y debilidades de todos sus actores y componentes, a partir de potenciar sus autonomías para construir una casa común con más equidad?

¿Es cierto que esto no tiene remedio?...

Sólo habrá respuestas a estos interrogantes en la medida en que nos animemos a dar el primer paso, que implica asumir nuestra realidad y luego, a creer, a crear y a trabajar por una educación con equidad y de calidad para todos y todas los niños, niñas, adolescentes y para las y los argentinos entendiendo la educación como un proceso de toda la vida.

 

 

(*) Referente de Argentinos por la Educación

 

 

[1] Curcio, J., Catri, G. & Nistal, M. (2022). Presupuesto educativo nacional 2023. Observatorio Argentinos por la Educación.
[2] https://www.unicef.org/argentina/comunicados-prensa/mas-de-un-millon-de-ninas-ninos-y-adolescentes-se-priva-de-una-comida-diaria. Agosto 10, 2022.
[3] Óp. cit.
[4] P. MEIRIEU.  « L’école d’après »… avec la pédagogie d’avant? Texte paru dans LE CAFE PEDAGOGIQUE du 17 avril 2020.

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