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Columnistas

Democracia interna

El internismo en los distintos frentes no cesa
Dr. Ricardo López Göttig

Por Dr. Ricardo López Göttig

Vivimos en una Argentina con una altísima tasa de inflación mensual, con cifras que en otros países llegan a ser anuales, y también con una altísima tasa de inflación de personalismos, de egos inflados, de protagonismos desmesurados, sobre todo en estos tiempos de presentación de alianzas y listas de precandidaturas. La ciudadanía de a pie observa esta danza de nombres que van y vienen, de desplantes amorosos, de noviazgos efímeros como los de la adolescencia, que le darían historias extraordinarias al fallecido Alberto Migré con sus célebres telenovelas.

Cabe señalar que, desde mi punto de vista, la competencia electoral siempre es buena cuando hay reglas claras y los participantes se someten a ellas, sea cual fuere el veredicto de las urnas. Las democracias más desarrolladas y maduras tienen una fuerte democracia interna en sus principales partidos políticos, y eso permite cierto recambio de liderazgos y alternancias. El liderazgo democrático es consciente que siempre y en todo lugar debe validar y revalidar sus títulos, y que es posible que en algún momento pierda, y que también puede volver a triunfar en el futuro. Lo relevante en el Estado de Derecho es que nos gobiernan leyes, no personas, por lo que quién sea presidente, gobernador, diputado o senador es algo absolutamente transitorio y anecdótico para la vida de un país.

2023 se presenta especialmente como la elección que más ha extremado el internismo, es decir, todas las discusiones previas a la instancia de las urnas. Posicionamientos, corrimientos, picardías, desplantes, amores y odios, a veces con más intensidad y pasión con quienes se suponen que son compañeros de ruta, que frente a los rivales de la elección general. Y esto es negativo, ya que se presume que en todo partido y coalición electoral y gubernamental, debe haber cierta confianza. Si esta se resquebraja y se pasan líneas rojas desde ahora, ¿cómo se restablecerá esa confianza hecha jirones, despedazada, cuando se alcance una posición de gobierno? Hay más energía puesta en dirimir las candidaturas que saldrán de las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) que en las elecciones generales de octubre y noviembre, que son las realmente importantes para la ciudadanía. Y además, desde la fecha de las PASO hasta los comicios de octubre y noviembre, es muy poco el tiempo para curar heridas, si es que hubiera voluntad de hacerlo.

Las alianzas y partidos deberían tener un gran protagonista: su programa de gobierno, siendo coyuntural quién lo impulsará en el gobierno y quién lo controlará desde la oposición. Pero más allá de las PASO, la propia composición de las listas se está haciendo a dedo, colocando en posiciones expectables a los próximos a los principales liderazgos, en lugar de que emerjan de la propia instancia democrática dentro de cada partido. Esto perpetúa una serie de pequeñas oligarquías en cada fuerza política, aquello que el sociólogo alemán Robert Michels, ya antes de la primera guerra mundial, llamaba la Ley de Hierro de la oligarquía de los partidos políticos. De poco vale que se hable en tono altisonante de democracia, si no se practica desde lo más sencillo y cotidiano. El ejemplo vale infinitamente más que millones de discursos, y es ahí en donde debemos observar una auténtica mutación en nuestras costumbres.

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