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Columnistas

El disenso en las democracias

El disenso como parte de la democracia es sano y debiera fomentarse como ejercicio de reflexión.
Dr. Ricardo López Göttig

Por Dr. Ricardo López Göttig

Las sociedades democráticas y pluralistas se caracterizan por respetar y hasta incentivar el disenso, que es la diferencia de opiniones y posturas sobre los más variados temas de la agenda pública. Se entiende que esto es sano y necesario como ejercicio de reflexión en público de todas las diferencias, para que puedan exponerse los argumentos y llegar a un consenso fundamental.

Lejos, muy lejos, de la pretendida unanimidad de posiciones y opiniones, puesto que es imposible que dos o más personas coincidan en todo. Cuando hay una supuesta unanimidad de pensamiento, es porque alguna de las partes ha optado por el silencio –o se le ha impuesto-.

Pero el disenso debe expresarse dentro de los canales que imponen la Constitución y las leyes derivadas, así como el mandato expreso de que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Es decir, hay quienes exponemos nuestras ideas a través del periodismo de opinión, de la vida académica o de la sociedad civil; también se puede canalizar a través de los partidos políticos y las organizaciones cívicas.

Pero el disenso parte de la base de que habrá discusión y, por consiguiente, el otro también tiene ejercicio de la palabra, tan legítimo como el mío. Y que hay líneas que no deben traspasarse jamás, por más acalorado y vehemente que sea el debate, como es el de recurrir a la violencia. Pretender imponer una postura asaltando las instituciones republicanas, ejerciendo la presión callejera, tomando edificios públicos, golpeando a legisladores y funcionarios, es lisa y llanamente un ataque al Estado de Derecho y al sistema democrático. Todos los actores políticos, sean partidos u organizaciones, que crean en los valores de la democracia y la libertad, deben estar dispuestas a respetar y hacer respetar la convivencia dentro de la Constitución y las leyes, y a que sean sancionados quienes vulneren estos principios fundamentales.

A casi cuarenta años de vida democrática ininterrumpida, deberíamos haber aprendido a debatir de un modo más sano e inteligente; no obstante, hay primacía de la chicana fácil, del descrédito personal del oponente, de la propagación de las fake news, hasta llegar a irrumpir con piedras en las cámaras legislativas para impedir la votación de una ley. Hemos retrocedido varios casilleros en el juego por la democracia, como si las décadas de violencia del pasado no nos hubieran dejado suficiente enseñanza de que nada bueno nos puede dejar el choque de las armas.

Es tiempo de dejar fuera de juego, con el voto y la sanción que impone la ley, a quienes incentivan las asonadas civiles, así como quedaron arrumbados en el pretérito los pronunciamientos militares, como condición para progresar en paz.

Democracia

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