Seguramente la historia política nacional y cuánto más la local, a mi modesto entender, se han ocupado de ignorarla seguramente porque no era conveniente conocer, como ocurre con tantos capítulos de ésta indispensable actividad de la cultura humana y desde el comienzo mismo de los tiempos hasta este preciso momento. De allí que es común escuchar decir que a la historia la escriben los vencedores y de resultas, nunca sabemos cuál es la verdadera porque como si no fuera poco, ignorar toda instancia de la vida humana y sus diferentes sociedades, muchas veces, según también mi modesto entender los revisionistas no aportan claridad sino la óptica acorde a sus propios intereses.
Antecedentes de ésta nota
Como ya dije en las pocas entregas que vengo haciendo de un tiempo a esta parte, estoy abocado a tratar de acomodar mi archivo de imágenes y textos que me resultan infinitos y que tienen dos vertientes de sentimientos: por una parte, me encuentro con material que, por su esencia, no querría ver por el momento, pero por otra, doy con fotos que realmente despiertan en mí sentimientos y recuerdos que contribuyen a recrear mi propia historia. algunas son tan antiguas y en relación a mis primeros años, que posiblemente puedan tener algunos contenidos que al expresarlos se encuentren alterados por el tiempo pasado y por la edad que tenía al ocurrir las circunstancias que, como en éste caso intentaré volcar al papel y luego al medio digital.
Pasó los siguiente: estaba trabajando con fotos y diapositivas sacadas hace cincuenta y pico de años (lo hacía desde que tenía unos quince años con las cámaras de mi madre. luego, cuando me fui a estudiar ya compré la “primera profesional” … cuando de pronto apareció una diapositiva del frente de la Tienda del 20, una mercería que se encontraba exactamente en la esquina de las calles Rivadavia y Esquiú sobre la primera.
Este negocio despertó mi memoria y la inquietud de contar aquello, por lo que me parece que es importante y da la posibilidad que alguien recuerde lo que cuento y hasta que pueda ser modificado por quienes sostengan que lo que digo no es tan así.
26 de julio de 1953 en Catamarca
Siendo las 20,25 hs., la Cadena Nacional de radio informaba a la población argentina que Eva perón había pasado a la inmortalidad. Lo recuerdo perfectamente pues yo estaba en la habitación que hoy tengo mi sitio de trabajo, había una cama, la radio creo que una RCA color crema, estaba encendida y Radio Nacional daba el informe. recuerdo que me impresionó y hasta solté unas lágrimas. De inmediato el Estado organizó los homenajes nacionales y locales, recordando yo, los últimos.
Las cuatro calles que rodean la plaza 25 de Mayo tenían en su parte media unas “islas” donde se encontraban unos faroles de tres luces y en cuyo mástil o pie se colocaron sendos escudos argentinos con crespones negros. (recurrí a algunas personas mayores para ver si mis recuerdos estaban acordes a los suyos)
La Catedral Basílica consta de tres naves que, vista de frente cobijan: la central, el altar mayor y arriba suyo la mismísima Virgen del Valle con su camarín. a la derecha, la nave con San José, san Juan Bautista, ahora Fray Mamerto Esquiú. a la izquierda, donde se encuentra La Dolorosa, el Cristo Crucificado y San José, delante de los mismos, un dibujo o pintura de gran tamaño de Eva Perón. en la nave central un catafalco seguramente para homenajes y oraciones
(catafalco funerario)
“el catafalco representa un sepulcro, aunque no contiene el ataúd, se trata de una representación del cuerpo (o de la vida) del difunto. el significado según el diccionario es: armazón cubierto con tela negra que representa un sepulcro y que se levanta en los templos para celebrar los funerales por un difunto”.
Seguramente todo el templo rebosaba de otras muestras de luto, pero no puedo precisarlas. En el caso de los habitantes de ésta ciudad capital, a la hora mencionada, debían concurrir sí o sí al templo, munidos, los hombres de brazalete negro y las mujeres de sombrero, pañuelo y no recuerdo si tul. en caso de no hacerlo los esperaban severísimas sanciones si eran empleados públicos que, según recuerdo, se comentó en la época podía costarles sus propios trabajos.
Ante esta insólita situación, muchos varones, conocidos o no, concurrieron a casa por haber olvidado el brazalete negro, lo que era solucionado de la siguiente forma: mi madre, viendo que tales olvidos eran harto frecuentes y que los mismos podían tener severísimas sanciones, optó por mandarme con cierta frecuencia a la Tienda del 20 a comprar unos carreteles de cinta negra, creo que me encargaba de raso, pero no estoy seguro. una vez traídos a casa, cortaba la extensión de los mismos en secciones que sirvieran para colocar en cada brazo de quienes concurrían a tal fin. Creo recordar que ésta situación duró cierto tiempo por lo que los episodios de ir a buscar los carreteles a la mercería fueron de más de una vez.
Al encontrar la foto de La Tienda del 20, no pude menos que recordar aquel tiempo y sus circunstancias que hoy comparto.
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