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Columnistas

La Semana Santa y los lagartos negros

Si hay algo que me inquieta porque quiero transferir a personas o instituciones que se interesen por el material cultural acumulado durante gran cantidad de años, es justamente lo atesorado desde sumamente joven hasta la fecha.
Alberto Lindor Ocampo

Por Alberto Lindor Ocampo

La vida universitaria inconclusa ya me dejó una riqueza de conocimientos y material casi únicos según mi modesto parecer, luego el periodismo y obviamente la fotografía que es causa indiscutible de miles de imágenes en todos los formatos que estuvieron en la época auge me tocó actuar en esas disciplinas. diapositivas, papel color, blanco y negro, polaroid, placas, y películas en varios formatos hoy sumados hasta el infinito con el advenimiento de la fotografía digital y obviamente la que se obtiene mediante los teléfonos celulares.

Notas periodísticas sumamente interesantes e imaginables, colaboración con medios nacionales e internacionales, con diarios argentinos y lógicamente con los dos que tuve cercanos en mi vida ya en Catamarca: los diarios La Unión y también El Ancasti.

Hago esta introducción pues, tal como reza el título dela presente entrega, estamos ya en la Semana Santa y tengo algo para contarles que espero no se encuentre traicionado por el paso del tiempo y alguna cuestión no esté perfectamente corroborada. Por tal motivo desde hace algunos días me encuentro ensimismado buscando imágenes en la colección de ellas que tengo solamente habiendo ubicad una de las que necesito cuando en realidad serían dos muy importantes.

Vamos directamente al tema en cuestión

Cuando estuve en La Unión fui primero coordinador general y luego director periodístico y editorial. Este motivo hacía que tenga frecuente comunicaciones y conversaciones con los corresponsales que los hubo de cualidades sobresalientes engalanando la hoja periodística al más alto nivel.

Me detendré en uno de ellos aunque podrían ser dos pero el segundo lo reservaré para el tiempo de la función de la Virgen: el Presbítero Miranda de Andalgalá.

A quién me referiré en ésta oportunidad es al presbítero Luis Arch, y espero no equivocarme en lo que sigue: el Padre Arch era el diácono de la Diócesis de Fiambalá y tenía su principal tarea en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima y desde allí su zona de influencia y es éste punto el que me interesa participarles. Como es natural él era el encargado de cubrir las notas periodísticas como corresponsal del diario la unión y a decir verdad, era una delicia cada vez que llegaba su sobre con el material. por razones de “ jusrisprudencia” le tocaba asistir a zonas puneñas como Antofagasta de la Sierra, El Peñón, Laguna Blanca y alguna otra.

El Padre Arch como le decíamos a diario, era también un eximio escritor, instancia que nos hacía conocer temas inherentes a la cultura del altiplano, las características geográficas, la flora la fauna y la gea. realizaba su visita catequística periódicamente y ya en uno de sus libros nos comentaba que en Antofagasta de la Sierra, si había muñeca, se podían lograr hasta cuatro cortes de alfalfa por año. entre otros temas interesantísimos, sostenía en su publicación “el reverso de la medalla” y otros escritos para el medio de prensa, que, si pusiésemos voluntad, la cría de animales como la llama, la vicuña, el guanaco y hasta la cría de la oveja karakul, podrían darse de modo tal que permitiría crecer a la puna como nadie se hubiese imaginado.

Bueno, ustedes estarán preguntándose algo así como: este Alberto nos vino con un tema de Semana Santa y hasta ahora no hay señales del mismo. contesto: el Padre Arch, cuando iba en visita pastoral a la Puna y alrededores, lo hacía también en Semana Santa. Esta era su estrategia: reunía a toda la población, les invitaba que vayan por el paisaje con el objeto de traerle todos los lagartos negros que andan paseando por las laderas volcánicas vivos, si encontraban alguna culebra también iba a la bolsa y no recuerdo con las ranas y sapos.

Él los esperaba a la puerta de la Iglesia hasta que regresaran y una vez que retornaban con la carga de reptiles, sean hombres, mujeres, niños o ancianos, los formaba y, mientras iban vaciando las bolsas con el contenido tan insólito él, el Padre, les brindaba bendiciones especiales, una suerte de indulgencias plenarias con lo que creo abordaba sus temas espirituales de comportamiento.

Contentísimos, los “fieles” suponían que ya todo había finalizado y he aquí que el Padre Arch les decía que no se movieran por un rato, y les tomaba una especie de asistencia, de donde obtenía el estado civil de cada concurrente y con el instrumento adecuado a mano, procedía a casarlos, bautizarlos, confirmarlos y a darle instrucciones de catequesis a algún personal de confianza suyo.

Así procedía el inolvidable Cura Arch, sacerdote como el que más, escritor de cosas nuestras y periodista merecedor de un Pulitzer vernáculo.

Nota: la presente nota debió estar acompañada de dos fotos la primera un lagarto tallado sobre relieve en un vaso arqueológico, de la colección del amigo Ñato Peralta y no la encuentro, la segunda sí es un lagarto negro en las alturas del trayecto hacia el paso de San Francisco. Por favor, no hay ningún lagarto en Sudamérica que sea venenoso para el hombre, ni la mal llamada iguana (lagarto overo) , ni los chelcos y menos, las bellas lagartijas.

El Padre Arch Pastoral los lagartos negros Antofagasta de la Sierra

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