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Columnistas

Veinte días de vértigo político que afectarán a la economía

El tiempo previo a la definición de los precandidatos está marcado por vencimientos de la deuda y, por eso, el clima que se viva entre los dirigentes y las definiciones que se irán conociendo tendrán un significativo impacto en los mercados financieros.

En exactamente 20 días vence el plazo para la presentación de precandidatos/as con vistas a las elecciones primarias (PASO) de agosto. Diez días antes vence el plazo para solicitar el reconocimiento de alianzas transitorias y confederaciones. En medio de estas fechas, el 21 de este mes el Gobierno debe hacer un pago de alrededor de US$2700 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI). Unos días después, el 9 de julio, vencen intereses de los bonos en dólares por cerca de US$1000 millones. Serán días de gran vértigo político, que tendrán un significativo impacto en los mercados y en la economía.

Para poder aspirar a ser candidato a presidente o, por lo menos, para que su Frente Renovador tenga un poder de negociación relevante en la discusión de las candidaturas, el ministro de Economía, Sergio Massa, debe tener las variables económicas más o menos bajo control. El dato de inflación no lo ayudará. La inflación de mayo, que el Indec publicará el 14 de este mes, posiblemente haya superado el 9% mensual y el 116% interanual. La inflación puede desacelerarse temporalmente en junio, por una menor incidencia de los precios regulados, de la carne y de algunos productos estacionales, pero eso ya no le servirá al ministro para sus propósitos electorales.

A Massa solo le queda entonces operar para que el tipo de cambio se mantenga lo más estable posible y para que eso dé algo de sensación de tranquilidad. Para evitar devaluar en el mercado oficial de cambios, el Gobierno impone cada vez más restricciones, al tiempo que busca desesperadamente endeudamiento, en dólares o en cualquier moneda.

El jueves pasado comunicó que los gobiernos provinciales solo podrán acceder al mercado cambiario por un monto equivalente al 40% de las obligaciones que enfrenten hasta fin de año. Las provincias tienen vencimientos de bonos en moneda extranjera por aproximadamente US$460 millones en la segunda mitad del año. Unos días antes había anunciado que las autorizaciones para importar vehículos saldrán con un plazo de 195 días y que los plazos para el pago de piezas se estiran de 45 a 75 días. Estas medidas causarán estragos en el futuro en cuanto a la capacidad del país de atraer inversiones y de endeudarse en el mercado. Pero el ministro parece estar enfocado solamente en los próximos 20 días.

Para mantener los mercados paralelos en relativa calma, el Gobierno usó una cantidad inusitada de dólares. Solo en mayo habría utilizado entre US$800 millones y US$1000 millones de las reservas para comprar bonos en dólares, que luego vende en el mercado contra pesos para mantener el MEP a raya.

Por ahora, las cada vez más duras restricciones no le vienen dando buenos resultados. A pesar de que ingresos de dólares de último momento llevaron el acumulado ingresado con el “Plan Soja 3″ a poco más de US$5000 millones, el Banco Central perdió US$4059 millones en abril y US$2000 millones en mayo. Las reservas brutas están por debajo de los US$33000 millones y las netas, descontando el oro, son negativas en US$4000 millones. Terminado el programa de incentivo exportador y dada la “necesidad” de intervenir en el mercado paralelo para mantenerlo en calma, la perspectiva para junio no luce muy prometedora para las reservas.

La situación es desesperante, y por eso Sergio Massa y su equipo hacen una alquimia impresionante para mantener vivas las expectativas de que llegarán fondos frescos. Por semanas alentaron expectativas de que el FMI adelantaría los fondos que tenía pensado desembolsar durante todo el año, y que parte de ellos podrían usarse para intervenir en el mercado cambiario.

Luego, a raíz del viaje del ministro y del diputado Máximo Kirchner a China, alimentaron expectativas de que se obtendría financiamiento adicional de ese país, incluyendo un mayor uso del swap que tienen el banco central de ese país (PBOC) con el nuestro, y del banco de los Brics, que dirige la ex presidenta de Brasil, Dilma Rouseff.

Lo más probable, sin embargo, es que toda esta magia de creación de expectativas se vuelva calabaza en la medianoche del 24 de junio. Con el FMI hay tres escenarios probables. En el primero, le adelanta fondos al Gobierno y le permite usar una parte para intervenir en el mercado, a cambio de un ajuste cambiario y fiscal. En el segundo, renegocia el programa y sigue con los desembolsos tal como estaban previstos, sin capacidad de utilizarlos para intervenir en el mercado, a cambio de menores exigencias en términos de medidas de política económica. En el tercero, el FMI discontinúa el programa ante el incumplimiento de las metas y la falta de voluntad del Gobierno de implementar medidas correctivas.

Aunque nada es descartable con un FMI que parece dispuesto a evitar un colapso de la economía argentina antes del fin del Gobierno, las probabilidades del primer escenario parecen bajas. Lo más factible es que el Gobierno se haya negado a devaluar y a anunciar un mayor ajuste fiscal. Y que, ante esa negativa, el FMI no quiera darle fondos frescos, los que serían rematados para mantener un dólar artificialmente barato. Si las probabilidades de este escenario fuesen elevadas, además, el Gobierno no hubiese necesitado ir a pasar la gorra a China.

El tercer escenario no es del todo descartable. Todas las métricas del programa con el FMI están totalmente desalineadas, y la sequía solo explica una parte del problema. Una buena parte es producto del desmanejo económico del Gobierno. Además, los Estados Unidos y otras potencias occidentales, principales accionistas del FMI, no deben estar mirando con buenos ojos el coqueteo del gobierno argentino con el gobierno chino. El equipo económico se metió en el ojo de tormenta de una disputa geopolítica global, que incluye importantes intereses políticos y económicos.

Sin embargo, el escenario más probable parece ser el intermedio. El FMI hace como que la Argentina tiene un programa macroeconómico y le da la plata, con la cual el Gobierno le pagará sus acreencias. En los últimos siete meses del año, los desembolsos del FMI previstos en el programa se acercan a los pagos que hay que hacerle a ese organismo. Así, el FMI y sus principales accionistas evitan ser vistos como quienes arrojaron a la Argentina al precipicio, pero al mismo tiempo no le dejan margen para intervenir en el mercado cambiario paralelo en el segundo semestre.

Massa y Máximo también habrían vuelto de China con las manos casi vacías. El banco de los Brics no puede por el momento financiar a países no miembros. Según trascendió, se consiguieron US$900 millones para el financiamiento de obras, que entrarían a mediados de julio. Quien conozca la forma de negociar de los chinos y la lentitud con la que se implementan estos préstamos en cualquier lugar del mundo debe pensar que está frente a un récord mundial. O que el trascendido forma parte de la magia de expectativas previa a la medianoche del 24 de junio, y que los fondos realmente llegarán más tarde.

Máximo agradeció “el carácter colaborativo de la relación (con China), donde las ayudas se realizan sin ejercer ningún tipo de presión.” Si solo supiera de lo que habla. China es hoy el acreedor oficial más grande del mundo, sobrepasando al Banco Mundial y al FMI. Según un trabajo de Sebastian Horn, Carmen Reinhart y Christoph Trebesch, típicamente el financiamiento chino se hace a tasas más elevadas y a plazos más cortos que el financiamiento del Banco Mundial o de los países de la OCDE.

Pero esto no es todo. El crecimiento de China como acreedor de la Argentina será probablemente mal visto por el resto de nuestros acreedores, actuales y futuros. Es decir, quizás haga más difícil, o más caro, volver a colocar deuda en el mercado para el próximo gobierno. Y haría mucho más engorroso cualquier proceso de reestructuración de la deuda, si llegase el punto en el que haya que implementar uno. Esto es por el rol poco cooperativo que ha jugado China en las recientes reestructuraciones de deuda de países de bajos ingresos y emergentes. En octubre de 2022, Yanet Yellen, la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, dijo: “Realmente, la barrera para lograr mayores progresos (en el proceso de reestructuración de deuda soberana) es un importante país acreedor llamado China” (mi traducción), según reportaron Andrea Shalal y Jorgelina do Rosario en Reuters, el 15 de octubre pasado.

El Grupo de los 20 lanzó en 2020 una iniciativa de un “marco común” para reestructurar deudas soberanas, con la idea de traer al gobierno chino a la misma mesa de negociación que el FMI, el Club de Paris, y otros acreedores. Pero no está funcionando adecuadamente, y la falla radica, en palabras de Brad Setser, del Council of Foreign Relations, en una disputa entre China y otros acreedores oficiales sobre los términos financieros de las reestructuraciones.

Sin plata para intervenir en el mercado cambiario, las semanas posteriores al cierre de listas lucen complicadas. Más aún si Massa no obtiene lo que quiere en las negociaciones y llega dejar el Ministerio de Economía. Si hay que elegir un nuevo ministro o ministra para los meses que quedan, seguramente prevalecerá más la lealtad al Presidente que el prestigio y la capacidad técnica. Como Juan Carlos Pugliese en marzo de 1989, nos hablaría con el corazón, y el mercado le respondería con el bolsillo.

Marcos Buscaglia

LA NACIÓN

opinión Elecciones PASO cierre de listas Elecciones generales

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