Es cierto que toda generalización genera un prejuicio injusto, pero las reglas parece ser las excepciones en un país atravesado por la corrupción del poder y por la indolencia social y política.
El caso más relevante y nuevo (no es el único, obviamente) es el de Alberto Fernández y su esposa, que después de haber incumplido su propia ley, la cual firmó bajo amenaza de detener a quienes la infringieran, él, su familia y amigos hicieron una bacanal en Olivos, como una burla soberana al pueblo estúpido y crédulo que parece, sigue sin despertar. Como corolario de ese delito, un juez le hizo lugar y aceptó el ofrecimiento de un pago, para comprar impunidad.
En síntesis, el presidente que fue el firmante de un Decreto para penalizar a quienes rompieran la cuarentena, no solo la rompió en mil pedazos, sino que después de hacerlo se autogestionó justicia y consideró que pagando $ 1.600.000,00 daba por cerrado el caso y aquí no ha pasado nada.
Y la sociedad sin vergüenza alguna, parece no reaccionar ante tamaño atropello, abuso de poder y corrupción judicial manifiesta. Exceptuando algunos periodistas nacionales quienes han desarrollado fuertes críticas hacia el delito cometido por el presidente y su esposa, más el agregado del fallo vergonzoso del juez aceptando la penalidad autoimpuesta por Alberto Fernández, los referentes políticos de la oposición no han abierto la boca frente a tamaño escándalo.
Ni Mauricio Macri, ni Larreta, solo por mencionar algunos de ellos, han expresado un repudio sincero y firme ante tamaña afrenta a las instituciones y a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, en mi humilde entender, creo que todo está en consonancia para que quienes gobiernan nuestro país, puedan reírse tranquilos y sin peligro de ser sancionados, por cuanto el individualismo y la apatía social que atraviesa al argentino medio, termina en la falta de un castigo real, pleno de los bárbaros de siempre y pocas veces se refleja en las urnas; esos mismos que año tras año y gestión tras gestión, aborrecen a los argentinos con sus actos deshonestos, precisamente. porque nunca reciben un castigo ejemplar.
Entonces, todo esto que nos ocurre hoy con Alberto Fernández, pero antes nos ocurrió con otros y seguramente nos seguirá ocurriendo, es por la falta de vergüenza de una sociedad inmadura y por políticos para nada empáticos, cobardes y jueces sinvergüenzas.
Hay un dicho que reza: “No se queje si no se queja”. Y cabe para la oportunidad. De nada sirve quejarse, si a la hora de votar, ponemos siempre a los mismos.
Rubén Lasagno
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