Referirnos al General don José de San Martin, al padre de la patria, a nuestro héroe por antonomasia, constituye para cualquier argentino un elevadisimo honor, una particular emoción y una muy especial responsabilidad, toda vez que implica el culto a la figura del libertador.
La grandeza de un Nación descansa sobre sus pilares esenciales y es entonces que podemos decir que es propio de pueblos sanos, respetuosos de su pasado y de una integra soberanía, reverenciar a sus héroes y a las acciones que dieron basamento a su nacionalidad.
Y así nos lo recordaba el presidente mitre al recibir los restos del General San Martin en Buenos Aires aquel mayo de 1880 cuando dijo que:
“Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos y aquellos que se apoyan en sus tumbas gloriosas, mejor se preparan para el porvenir, nuestra condición de ciudadanos predispone entonces nuestro espíritu para la veneración y el reconocimiento al héroe máximo de los argentinos.”
Por eso resulta propicio proponer el recuerdo de un San Martin vital, tangible, palpable, varón de virtudes, modelo de perseverancia, de serenidad, de renunciamiento, de modestia.
La simple enumeración de los hechos históricos que jalonaron su existencia con ser xtraordinarios no parecen suficientes ante la trascendencia de su figura.
Y nos coloca en una difícil disyuntiva cuando queremos juzgar si es mas heroico en sus triunfos en Chacabuco y Maipú o en su callado retiro después de Guayaquil.
O si el resplandor de la gloria lo ilumina más cerca cuando recibe el estandarte de Pizarro en lima, o cuando entrega a sus nietas para sus juegos, las condecoraciones de bailen.
Solo para mencionar su epopeya mas grande, los invito a que imaginemos el cruce de lo andes, alla por 1817 , mas de 200 años, trasponer alturas mayores a los 4500 mts, con más de 5000 hombres, con la organización de todo el sostén logístico militar que ello conlleva y librar batallas del otro lado de la cordillera en nombre de la libertad, no en son de conquistas como Ánibal o Napoleón, resulta hoy de una dimensión que en el siglo xxi se observa cuanto menos como algo muy complejo pese a los adelantos tecnológicos.
Hoy más que nunca se torna imprescindible el conocimiento de sus más profundos valores humanos, de sus extraordinarias virtudes ciudadanas, porque dificil es decirlo pero vivimos tiempos en que fácilmente se trastocan escalas, se destruyen valores y en que un individualismo egoísta se expande peligrosamente.
San Martín nos enseño el difícil arte de construir con poco para lograr lo mucho
Su figura en el pedestal y permanecer en el sin deslumbrarse por la gloria, sin caer en la ebriedad del poder, y he ahí el héroe mas humano que nunca, descendiendo sereno desde la cumbre de su propia grandeza después de la aclamación de los pueblos agradecidos, para replegarse en el silencio del destierro voluntario.
Esa paz solo puede hallarla poco menos que a escondidas en Francia, en el casi anonimato europeo, es el envejecido protagonista de una época gloriosa.
Pero quedémonos con el hombre, con el San Martin estructurado en un inflexible código de ética, de honestidad , de decencia, de toma de posicion frente a la vida, en su sereno enfrentamiento con la adversidad.
Ese ideario sanmartiniano que se convierte en el breviario del diario vivir, en docencia pura. y por ello dicho ideario debe servirnos hoy para reavivar el fuego sagrado de la nacionalidad, para reavivar la etica del sacrificio, para ponernos de pie, en celosos defensores de nuestros derechos y de nuestras obligaciones.
Solo así seremos dignos como integrantes de este bendito suelo argentino de invocar al general don José de san Martin padre de la Nación para que:
Nos infunda la virtud del sacrificio, para entregarnos a la causa del patria.
Nos enseñe el derrotero de la gloria por el que debemos avanzar en pos de sus grandes destinos.
Nos ilumine en las horas aciagas y nos marque el sendero del estoicismo.
Nos preserve de los odios y las pasiones mezquinas para que podamos ser definitivamente el gran pueblo argentino.
Finalmente cabe decir entonces, que es tiempo ya que los argentinos volvamos sin dudas a la senda de las virtudes sanmartinianas, que nos permita hacer del honor un practica, de la dignidad una bandera y del patriotismo una causa por la cual vivir, por la cual morir.
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