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Opinión

En el extraño triunfo de Sergio Massa ¿Hay gato encerrado?

Editorial

Todavía la opinión pública no sale de su asombro por el triunfo impensado del candidato oficialista. Fue y es muy raro lo sucedido y cuesta creer que la gente, el ciudadano haya volcado sus preferencias electorales sobre el candidato que menos feliz los hace, por fuera de su situación real. De a poco y muy tibiamente los medios periodísticos comenzaron a preguntarse acerca de la posibilidad que haya habido alguna alteración de los resultados por vía de la informática. En tanto que en las redes sociales crece el rumor de fraude.

Es decir, visto el extraño resultado, ser empleado público o tener un plan es en definitiva una cuestión primordial, por encima del flagelo de la inflación o como nosotros suponemos, ocurrió algo desconocido en las entrañas del poder, o algo a lo que es muy difícil acceder, como el programa electrónico del cómputo electoral o algún sofisticado sistema de dádivas electorales desconocido.

Es cierto que nuestra percepción puede ser errónea y admitimos que la única manera de contradecirnos pasa por la comprobación efectiva y fehaciente del resultado electoral proveniente de la suma de actas que cada autoridad de mesa entrega al Correo Argentino junto a la urna. Tenemos derecho a plantear distintas hipótesis porque el sistema está plagado de flaquezas y la verdad es que es poco transparente, como todo lo que hace este gobierno.

Si detenidamente analizamos el conjunto de consideraciones o actitudes que la población tenía de antemano sobre las posibilidades reales y concretas de cada uno de los candidatos a presidente que compitieron el domingo pasado, llegamos a la conclusión que algunos guarismos pudieron tener visos de certeza, todos, menos el de Sergio Massa.

Se sabe que el diablo tiene cola y la mete, y existe una fuerza intrínseca que suma la opinión de la gente en temas que son de interés público, como la política, la economía y otros de interés social. La opinión pública puede expresarse de forma libre o basada en lo que la mayoría cree que es correcto o que va a suceder. Es relevante para la democracia porque deriva la autoridad del público, que sumado, hacen una fuerza indescriptible. La fuerza del mal también suele ser detectada por la opinión pública.

Es difícil creer que la Argentina sea el único país del mundo que tiene una inflación mensual de dos dígitos, una auténtica fábrica de pobres y aun así, exista la posibilidad que la gente, llamada electorado, los premie votándolos para seguir gobernando. Ni siquiera la situación tiene la lógica del suicido, donde el autor decide clausurar su existencia, pues tiene la certeza que su accionar pondrá fin a una situación intolerable. No es creíble el suicidio electoral observado el domingo, mas alla si el fraude puede o no, ser probado. Por eso, desde éste humilde medio periodístico, que hace de la opinión su principal bandera, pensamos que no se trató de un lunes negro, consecuencia de un domingo de gloria, sino de algo impensado, poco probable y descabellado. Raro, de una rareza descomunal y que para colmo de males, nadie o muy pocos se animan a opinar.

Es cierto que últimamente las encuestas fallan, pero esto ya fue demasiado. Acá las encuestas, ninguna, indicaba como posible un triunfo de Massa. Ni siquiera un mago, un profeta, un vidente, o más realista y preparado, un sociólogo, nadie predijo el triunfo de Massa, sencillamente porque es y era imposible que eso sucediera.

¿Entonces qué pasó? Algo de otra dimensión. En las regiones montañosas se suele afirmar que cuando los ríos hacen ruido es porque” agua traen”. En el caso de Sergio Massa y su candidatura a presidente, pergeñada desde el Ministerio de Economía, con algunas medidas de despilfarro de la ya agotadas cuentas públicas, poco efectivas para el gran público y una inflación galopante, su triunfo ha sido extraño, ya que, en la previa, “los ruidos” eran más que elocuentes y el agua nunca llegó, sólo una pocas lagrimas fingidas que duraron menos que un suspiro.

Raro y sumamente extraño. Y tenemos sobrados motivos para dudar porque la mayoría de las encuestas daban como ganador a Javier Milei. O ellos, los encuestadores son pocos serios o acá hay gato encerrado. La RAE define esta locución verbal coloquial como “haber causa o razón oculta o secreta, o manejos ocultos”. Pero, ¿tiene esta expresión algo que ver con nuestros amigos felinos y más específicamente con el triunfo parcial de Sergio Massa? ¿Sospechas de algo? ¿Eres testigo de una situación que no te puedes explicar? ¿Desconfías? ¿Hay algo turbio en todo esto? Seguramente sea porque… ¡aquí hubo gato encerrado!

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