Si hay una muletilla que los varones escuchamos desde pequeños, cuando tenemos un golpe o nos ponen una inyección, es la que surge de nuestros mayores como sentencia definitiva: “ los hombres no lloran” y entonces, si podemos, dejamos las lágrimas para otra ocasión.

Pero éste juicio resulta si no falso, por lo menos inexacto ante ciertas circunstancias que conmueven hasta la médula.

En pocos días sucedieron dos de ellas y fue cuando el enorme ESTEBAN BULLRICH, presente con su familia en el recinto de diputados en el Congreso de la Nación Argentina, expuso la razón de su presencia  expresando que lo hacía para presentar su renuncia al cargo por razones de salud. No creo necesario hacer mención de las causas y demás circunstancias, pues son conocidas por todos o debieran serlo.

Me interesa particularmente destacar gestos, actitudes, ejemplos, fortaleza, amor, respeto, mensaje, compromiso, hombría de bien y espiritualidad mayúscula; entrega, sacrificio y podría llenar hojas más hojas tratando de expresar todo lo que se moviliza cuando ESTEBAN se presenta ante sus semejantes con su cruz y su ejemplo difícil de comparar.

Al decir que renunciaba a su banca, aferrado a la mano, en gesto de amor infinito de su esposa, el recinto, sus integrantes en casi su totalidad absoluta, se puso de pie para aplaudir como único modo de reconocer semejante acto de entrega al prójimo como muy pocas veces debe haberse visto, por lo menos en mi caso así sucede.

Es tan gigantesca la actitud de Esteban que me faltan palabras para agregar a lo ya dicho, pero de todos modos no está en estas líneas todo lo que quisiera expresar acorde a mis sentimientos.

Como muchos de los presentes, también no pude ni quise reprimir las lágrimas, rodaban sin solución de continuidad por mejillas curtidas por años suficientes de haber presenciado actos heroicos pero difícilmente comparables a éste.

Una segunda oportunidad llegó anoche durante el programa de Joni Viale, invitado Esteban al piso  pleno de periodistas y de asistentes, acompañado nuevamente por su invalorable familia, esposa e hijos, y cubierto el estudio por decenas de otras personas, se sucedieron las preguntas a las que Esteban iba respondiendo, tecnología mediante, a cada una de ellas.

Cuando llegó el momento de su mensaje final, también ése estudio se inundó de lágrimas de los asistentes, hasta de los más duros, y seguramente había otros muchos donde las cámaras no llegaban.

¡Qué momentos más impactantes! Realmente son imposibles de describir con elocuencia y frialdad a pesar que me siento de algún modo periodista,  aunque ya no trabaje de ello. Pero por más que como dije, tenga el cuero curtido por circunstancias que viví en tal profesión , no recuerdo nada que me haya conmovido más que lo vivido nuevamente anoche: volvieron a salir las lágrimas , incontenibles aunque tranquilas, sin sollozos y sin pausa.

Esteban, tú y familia cargan una cruz tan pesada que es imposible imaginar, pero tu ejemplaridad es tan enorme que nos avergüenza a todos los que te seguimos, pues no sabemos si seríamos capaces de cargarla si Dios dispusiera que así fuese.

Solamente podemos decir: GRACIAS ESTEBAN POR TU EJEMPLO, TU MENSAJE, TUS VALORES, TU AMOR A LA FAMILIA Y TU FE INCONMENSURABLE.

Aquello que decía al comienzo de ésta nota, “que los hombres no lloran” es puro cuento.