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Opinión

Columna destacada: El papel de lo azaroso

Muchas veces me he preguntado ¿por qué me gusta el fútbol? y trasladé esa pregunta a gente de cualquier condición, mujer o varón. Por supuesto me encontré con respuestas de las más variadas, pero continuaba buscando mi respuesta. Por qué me gusta el fútbol. El uruguayo Galeano dio una pista que no me completó, pero me pareció novedosa. Algún progreso daba. Él habló de danza con un balón.  De las múltiples expresiones artísticas la danza es la que menos me conmueve; alguna vez veo alguna cosa que me maravilla, pero no elijo ese tipo de espectáculos. De todos modos, la armonía que despliega un grupo de hombres siguiendo una reglas fijas y muy concertadas, me daba la sensación de estar frente a un juego armonioso y coordinado de hombres con un objetivo claro: vencer las defensas del oponente e introducir la pelota en el recuadro defendido por el último de los encarnizados guerreros.

También leí por ahí que un equipo armonizado construye una obra de arte a lo largo de los noventa minutos del partido, o en algunos tramos del mismo. Y es verdad. Recuerdo la final de clubes en Japón de Boca contra Milán. No recuerdo más que un pasaje del partido en el que Boca avanzaba con un orden y de modo tan coordinado que me llamó la atención y me dije: este movimiento es arte, es superior. Creo, con Valdano, que es una obra de arte el gol del siglo en México 86. Otro tanto el gol de Van Persie a España en 2014 (una maravilla. Está en YouTube). Lo he visto varias veces porque vuela con un movimiento, una contorsión, una dinámica que evoca “La victoria de Samotracia”. Es que hay arte en el futbol, y tiene razón Galeano: hay danza.

Los detractores del futbol solo ven mal gusto, vulgaridad, violencia descontrol pasional. Hay insultos, agresiones, desmesuras, fanatismos; hay desafíos al buen gusto.

A mediados del siglo XVIII Rousseau escribió un tratado sobre la formación intelectual y social del buen ciudadano, el “Emilio”. Es un tratado para potenciar las capacidades de los hombres de bien y formarlos en vistas al mejor servicio a la sociedad. Por supuesto estaba pensado para las élites. En nuestro vecindario, otro uruguayo, Rodó, escribió “Ariel”, con finalidades similares al anterior. Formar a la juventud en los valores y la virtud propia de la civilización. En ambos textos hay una caracterización del hombre valioso en tanto desarrolla los conocimientos y la virtud que lo constituyen en un hombre de bien, en un hombre en el que lo racional pesa y determina los criterios de valía del ser humano. Es el hombre que administra férreamente lo pasional y lo somete al despótico arbitrio de la razón.

Cuando la razón quiere administrar todo produce desequilibrios que se pagan caro, muy caro. Cuando el iluminismo quiso reducir la realidad a lo mensurable, cuando la razón se impuso como norma y criterio de la vida entre los hombres, se fue apagando el misterio. La razón no podía dar cuenta de los sentimientos, de las experiencias profundas, íntimas, que vivía el hombre; no podía dar cuenta de la virtud, más que como una teoría entre otras. El desborde del racionalismo produjo el romanticismo que brota con urgencias en Alemania porque el hombre es más que razón y química. El romanticismo quiso rescatar todo aquello que estaba postergado en el hombre, sus pasiones, sus impulsos, que lo habilitan al heroísmo, la entrega sin cálculos ni condiciones. Este movimiento ocupó gran parte de los autores del siglo XIX; concebía al hombre como el hermano de la naturaleza. (Las raíces del romanticismo, de IsaiahBerlin, es un libro que de modo muy simple explica este movimiento con tanto impacto, aún vigente, en ciertas culturas).

Volvamos al fútbol. Es cierto que las pasiones pueden desbordarse y violentar a más de uno. Pero sigue vigente mi pregunta: ¿por qué me gusta tanto el fútbol? Viendo partidos trataba de abstraerme y considerar solo lo que se proponen once contra once: colocar el balón en el arco del oponente; y me decía: es absurdo, esto es absurdo. Aclaro que solo miro cuando juega Estudiantes y la selección argentina, no miro otros. Y al verlos jugar (es un trabajo, el de los participantes, que se llama juego) me pongo tenso, nervioso; depende qué se esté disputando, claro. En la final de clubes del 2009 en la que Estudiantes ganaba a lo largo de todo el partido, casi hasta el final, con gol de Boselli, estuve muy nervioso y aún ahora me digo: qué lástima aquel pechito de Messi en el gol del Barcelona. Pero, ¿por qué me gusta? Y de tanto darle vueltas encontré que lo que me cautiva es el paralelo del fútbol con la vida. Con algunos componentes de la vida. No encuentro en ningún otro deporte en el que el componente azaroso esté tan vivo, y defina de modo tan determinante el resultado final de un partido, así como los rumbos de nuestra vida, que en algunos casos nos marcan tanto.

Argentina llega al mundial de Corea después de haber hecho una campaña extraordinaria; hacía muchos partidos que no perdía; se había clasificado varias fechas antes de terminar las rondas clasificatorias en Sud América y un tiro libre, pateado por Svensson, al que Cavallero llega tarde, lo deja afuera del mundial. Aquel pase de Maradona a Caniggia en Italia 90 por entre las piernas del defensor brasileño, deja a Brasil afuera del mundial.  Si Cavallero se hubiera estirado un poquito más llegaba; si el brasileño no se comía ese caño, Caniggia no se encontraba con el balón. Y así con tantos goles y con tantos errores. Quién no se acuerda del: “era por abajo Palacio”. Lo azaroso, lo imprevisible, lo que irrumpe en nuestra vida y tuerce por nada el destino. Si no hubiera ido aquel día a tal lugar no habría conocido a tal persona. Y así siempre.

Es interesante el libro “Teoría del Cisne Negro” de Nassim Taleb. En síntesis, sostiene que hay imprevistos, incalculables o incalculados, que irrumpen de modo sorprendente y nos cambia, nos modifica la vida o el ambiente. Y en cualquier vida humana hay un sinnúmero de imprevistos que acontecen azarosamente; y algunos nos marcan para siempre. De la misma manera que hay imprevistos, que hay incursiones de lo imponderable en nuestras vidas, también es cierto que la mayoría de los acontecimientos y rumbos de la vida son calculados y previsibles. El siete a uno de Alemania Brasil no fue azaroso; el siete a cero de Estudiantes a Gimnasia lo mismo; en ambos casos hubo más errores de uno que aciertos del otro. Precisamente es azaroso porque no es habitual, no es previsible que un tiro libre entre justo en el ángulo del arco; que si le pegaba con menos efecto salía afuera, que si el contrario no rozaba la pelota no desviaba el recorrido y salía afuera en lugar de introducirla en el propio arco. Lo azaroso siempre estará, pero hay que trabajar duro en lo que se hace para que las cosas salgan bien.

Este gobierno, y la historia del país en muchos años, pareciera confiar más en lo que tal vez suceda que en la planificación, en el trabajo de organización; lo que incluye acordar, convencer, concurrir en políticas que sostengan a lo largo del tiempo una línea que dé previsibilidad. Ahora estamos nuevamente ajustando las tarifas. Al final del gobierno de Macri las tarifas de los servicios públicos se habías acercado razonablemente a lo que realmente valen, ¿por qué dejaron que se atrasaran? ¿Por qué no hay continuidad en lo básico entre gobiernos de diferentes signos?, ¿por qué cada gobierno quiere fundar nuevamente el país, como si antes de ellos no hubiera habido nada? El vamos viendo de este gobierno es bochornoso. El cambio de apreciación en lo referente a la invasión de Rusia, es para volver loco a cualquiera. El discurso del presidente el martes (lo escuché entero) tedioso, vacío, autoreferencial en cuanto a elogios, hacía que me preguntara cuán lejos de la realidad están; no si están lejos, sino cuán lejos. Como muestra valga el nombramiento de un adiestrador de perros como funcionario en el ministerio de seguridad con un sueldo de trescientos mil pesos. Han pasado veintisiete meses de un gobierno que dura cuarenta y ocho, y todavía estamos buscando qué queremos hacer con el país, adónde queremos ir, cuáles son nuestros amigos en el mundo, qué son los derechos humanos (a la asunción de Alberto Fernández vino Jorge Rodríguez, un jerarca del régimen autocrático de Venezuela; a la asunción de Ortega asistió el embajador Capitanich junto al ideólogo del atentado a la AMIA).

El hijísimo no fue a la asamblea de inauguración de las sesiones ordinarias en la que habló el presidente porque el nietísimo le hizo una escena. Cómo pueden obtenerse buenos resultados si los que toman decisiones son tan poco serios. Como novedad tenemos que Néstor Iván le hizo el primer piquete al presidente. El azar juega un papel, pero si no hay un trabajo serio nunca habrá resultados. Brasil y Gimnasia seguirán perdiendo por siete goles.

 

 

(*) El autor de la columna es Licenciado en Teología (UCA) y Licenciado en Letras (UBA)

 

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