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Opinión

Sarmiento y la educación, un ejemplo de superación (2° Parte)

Uno de los rasgos de la personalidad del GRAN MAESTRO que más me sorprende y admiro, es su capacidad de autoeducación y superación.

Lógicamente, eso requiere una mente brillante, una loable ansia de conocimientos como motor inductor de un enorme esfuerzo, y capacidad de resiliencia, término de psicología tan en boga actualmente.

Como todos sabemos, nació en un hogar muy humilde de la provincia de San Juan, y en el curso de su vida llegó a ocupar todos los sitiales a los que alguien pueda aspirar, incluyendo ser Gobernador de su provincia, Senador Nacional y Presidente Constitucional de la Nación.

Nace el 15 de febrero de 1811. Es el quinto hijo y único varón del matrimonio formado por José Clemente Sarmiento Funes, arriero de mulas y peón ocasional, fervoroso soldado de la Independencia, y de Paula Albarracín, tejedora, dedicada a la crianza y educación de sus hijos. Es bautizado como Faustino Valentín, nombre que cambiará por Domingo Faustino, en homenaje al santo de la familia.

En un ambiente tradicional, religioso y humilde pasó su infancia. Su padre se alista y lucha durante años en el ejército patriota comandado por el general José de San Martín; su madre, por esa circunstancia, queda sola a cargo de la familia, a la que mantiene con lo producido de sus tejidos en un humilde telar, y será una referente moral para él a lo largo de toda su vida. Todavía recuerdo la lámina de un libro de lectura de mi infancia donde se ve a su madre trabajando en su telar, debajo de la centenaria higuera, mientras enseña al niño, sentado a su lado con un cuaderno.

Su infancia está magistralmente descrita en su libro "RECUERDOS DE PROVINCIA". Emociona cuando se refiere a su madre. Escribe: "Siento una opresión de corazón al estampar los hechos de que voy a ocuparme. La madre es para el hombre la personificación de la Providencia, es la tierra viviente a que adhiere el corazón, como las raíces al suelo. Todos los que escriben de su familia hablan de su madre con ternura. San Agustín elogió tanto a la suya que la Iglesia la puso a su lado en los altares[171]; Lamartine ha dicho tanto de su madre en sus Confidencias, que la naturaleza humana se ha enriquecido con uno de los más bellos tipos de mujer que ha conocido la historia; mujer adorable por su fisonomía y dotada de un corazón que parece insondable abismo de bondad, de amor y de entusiasmo, sin dañar a las dotes de su inteligencia suprema que han engendrado el alma de Lamartine, aquel último vástago de la vieja sociedad aristocrática que se transforma bajo la ala materna, para ser bien luego el ángel de paz que debía a la Europa inquieta el advenimiento de la República. Para los afectos del corazón no hay madre igual a aquella que nos ha cabido en suerte; pero cuando se han leído páginas como las de Lamartine, no todas las madres se prestan a dejar en un libro esculpida su imagen. La mía empero, Dios lo sabe, es digna de los honores de la apoteosis y no hubiera escrito estas páginas si no me diese para ello aliento el deseo de hacer en los últimos años de su trabajada vida esta vindicación contra las injusticias de la suerte. ¡Pobre mi madre!...Tejía mi madre doce varas por semana, que era el corte de hábito de un fraile, y recibía seis pesos el sábado, no sin trasnochar un poco para llenar las canillas de hilo que debía desocupar al día siguiente. Las industrias manuales poseídas por mi madre son tantas y tan variadas, que su enumeración fatigaría la memoria con nombres que hoy no tienen ya significado. Hacía de seda suspensores[178]; pañuelos de mano de lana de vicuña para mandar de obsequio a España algunos curiosos y corbatas y ponchos de aquella misma lana suavísima. A estas fabricaciones de telas se añadían añasjados[179]para albas, randas[180], miñaques[181], mallas y una multitud de labores de hilo que se empleaban en el ornato de las mujeres y de los paños sagrados. El punto de calceta en todas sus variedades y el arte difícil de teñir poseyolo mi madre a tal punto de perfección que en estos últimos tiempos se la consultaba sobre los medios de cambiar un paño grana en azul, o de producir cualquiera de los medios tintes oscuros del gusto europeo, desempeñándose con tal certera práctica, como la del pintor que tomando de su paleta a la ventura colores primitivos, produce una media tinta igual a la que muestra el modelo…"(Sic) De su padre dice: "En 1817 acompañó a San Martín a Chile empleado como oficial de milicias en el servicio mecánico del ejército y desde el campo de batalla de Chacabuco fue despachado a San Juan llevando la plausible noticia del triunfo de los patriotas. San Martín lo recordaba muy particularmente en 1847 y holgose mucho de saber que era yo su hijo". (En 1847, Sarmiento apenas llegado a Francia, visita y conoce a San Martín en su retiro de Boulougne Sur Mer. Es maravillosa la crónica que realiza de este encuentro y la descripción que hace del Padre de la Patria en su ancianidad).

Las citas del escritor, teólogo y filósofo cristiano San Agustín de Hipona, uno de los cuatro Padres de la Iglesia, y del escritor y poeta romántico francés Alphonse de Lamartine, hablan de la cultura y erudición adquiridas de forma autodidacta por Sarmiento.

Vale la pena transcribir cuando habla de la casa: "La casa de mi madre, la obra de su industria, cuyos adobes y tapias pudieran computarse en varas de lienzo tejidas por sus manos para pagar su construcción, ha recibido en el transcurso de estos últimos años algunas adiciones, que la confunden hoy con las demás casas de cierta medianía. Su forma original, empero, es aquella a que se apega la poesía del corazón, la imagen indeleble que se presenta porfiadamente a mi espíritu, cuando recuerdo los placeres y pasatiempos infantiles, las horas de recreo después de vuelto de la escuela, los lugares apartados donde he pasado horas enteras y semanas sucesivas en inefable beatitud, haciendo santos de barro para rendirles culto enseguida, o ejércitos de soldados de la misma pasta para engreírme de ejercer tanto poder".

En 1816, Domingo comienza sus estudios en la Escuela de la Patria de su ciudad natal, de la que es alumno fundador. Al respecto relata en RECUERDOS DE PROVINCIA: "...el Gobierno de San Juan en 1816 hizo venir de Buenos Aires unos sujetos dignos por su instrucción y moralidad de ser maestros en Prusia y yo pasé inmediatamente de la apertura de la escuela de la Patria a confundirme en la masa de cuatrocientos niños de todas edades y condiciones, que acudían presurosos a recibir la única instrucción sólida que se ha dado entre nosotros en escuelas primarias. La memoria de Don Ignacio y Don José Genaro Rodríguez, hijos de Buenos Aires, aguarda aún la reparación que sus inmensos, sus santos servicios merecen, y no he de morir sin que mi Patria haya cumplido con este deber sagrado. El sentimiento de la igualdad era desenvuelto en nuestros corazones por el tratamiento de señor que estábamos obligados a darnos unos a otros entre los alumnos, cualquiera que fuese la condición, o la raza de cada uno…. En aquella escuela permanecí nueve años, sin haber faltado un solo día bajo pretexto ninguno, que mi madre estaba ahí para cuidar con inapelable severidad de que cumpliese con mi deber de asistencia. A los cinco años de edad leía corrientemente en voz alta, con las entonaciones que solo la completa inteligencia del asunto puede dar y tan poco común debía ser en aquella época esta temprana habilidad que me llevaban de casa en casa para oírme leer, cosechando grande copia de bollos, abrazos y encomios, que me llenaban de vanidad. Aparte de la facilidad natural de comprender, había un secreto detrás de bastidores que el público ignoraba y que debo revelar para dar a cada uno lo que le corresponde. Mi pobre padre, ignorante pero solícito de que sus hijos no lo fuesen, aguijoneaba en casa esta sed naciente de educación, me tomaba diariamente la lección de la escuela y me hacía leer sin piedad por mis cortos años la Historia Crítica de España, por Don Juan de Masdeu[202], en cuatro volúmenes; el Desiderio y Electo, y otros librotes abominables que no he vuelto a ver y que me han dejado en el espíritu ideas confusas de historia, alegorías, fábulas, países y nombres propios. Debí, pues, a mi padre la afición a la lectura, que ha hecho la ocupación constante de una buena parte de mi vida y si no pudo darme después educación por su pobreza, diome en cambio por aquella solicitud paterna el instrumento poderoso, con que yo por mi propio esfuerzo suplí a todo, llenando el más constante, el más ferviente de sus votos." (Sic)

Viendo las condiciones del niño su familia hace un gran esfuerzo para que pueda continuar con sus estudios secundarios en Buenos Aires. En 1823

trata vanamente de ingresar al Colegio de Ciencias Morales,

pero no logra poder cumplir con los requerimientos económicos exigidos. Entonces continúa dos años más en su Escuela de la Patria de San Juan, y en 1825 se va con su tío el presbítero José de Oro, y se instalan en San Francisco del Monte en la provincia de San Luis. Bajo su magisterio aprenderá latín. Ambos organizan una escuela para enseñar a leer y a escribir a los habitantes de la zona, mientras trabaja como dependiente en una tienda.

1828 ingresa en el Batallón de Infantería de la provincia de San Juan. Asciende de subteniente a alférez.

En 1830, por cuestiones políticas debe emigrar a Chile. Es cuando cruza la cordillera que escribe en una roca su famosa frase

"Bárbaros, las ideas no se matan".

Allí, para subsistir trabaja de peón, dependiente, en una mina, en un bodegón, etc.

Mientras tanto continúa estudiando por su cuenta, especialmente idiomas, historia y derecho. Y enseñando a leer y escribir en los lugares donde anda. Su vocación docente se acrecienta, y mientras trabaja para vivir, funda escuelas en las localidades de Pocura y Los Andes. Crea el periódico "El zonda", y lo requieren para escribir en el conocido periódico de Chile "El Mercurio".

Así su nombre y su tarea llegan a oídos del entonces presidente de Chile Manuel Montt Torres, quien lo convoca para asesorar en el sistema educativo del país trasandino. Lo que sigue ya es historia conocida.

Qué mejor ejemplo de que cuando se quiere, con esfuerzo y trabajo se puede!.

En las ilustraciones pueden verse una fotografía de una lectura alusiva de mi libro de 1er grado "Semillitas", y una lámina con su madre en el telar.

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