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Opinión

¿Si pierden, será por culpa de Alberto o de Cristina?

No cabe duda de que para el régimen legal vigente y la tradición política argentina, es el Presidente el único y principal responsable de la gestión. Nada puede sustituir a su autoridad, si efectivamente está dispuesto a ejercerla. Rinde cuentas por lo que hace y también por lo que no hace. Visto en perspectiva, el Presidente sacó todos los números y hace fila razonablemente para cuestionarlo.

Está claro que Alberto Fernández armó un gabinete muy ineficaz y mal loteado, con figuras que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Permitió una excesiva injerencia de Cristina en temas críticos de la economía y la salud. Aceptó que la vicepresidenta vetara y removiera ministros y funcionarios. Sobreactuó a la izquierda con la fe de los conversos para que el cristinismo olvidara su pasado reciente y no tan reciente. Nunca gobernó con el PJ de los gobernadores y los sindicatos como prometió. Mucho menos el compromiso de cerrar la grieta y moderar las prácticas autoritarias que se consagraron con Cristina en el poder.

Posiblemente se asustó el Presidente con la pandemia y los presagios de la explosión social en el conurbano y así se fue entregando mansamente a Cristina y a los sectores de izquierda que en ella se referencian. El círculo íntimo presidencial reveló, para colmo, un excesivo amateurismo y desorden. Los festejos en Olivos colmaron y exacerbaron el malhumor social.

Es evidente y está medido que el mal momento político para el oficialismo se potenció ahora por la indignación social con los privilegios del poder que fueron en ascenso: primero los vacunados con acomodo en los recintos VIP; luego funcionarios que regresaban del exterior sin hacer cuarentenas, finalmente las reuniones en Olivos mientras se obligaba al país a estar encerrado.

Sin embargo, en el corazón del descontento y la desilusión de quienes votaron por Fernández en 2019 y ahora no lo harían, aparecen finalmente los dos grandes fracasos del Gobierno en la primera parte de la gestión: la salud y la economía. Uno y otro van de la mano: la mala gestión de la pandemia sin vacunas a tiempo, las cuarentenas extremas, y las terribles consecuencias económicas en la gente por la inflación al 50%, la recesión, el desempleo, y la explosión de la pobreza en la clase media. Todo agravado por la enfermedad.

Los analistas políticos coinciden en que lo que se mueve en las elecciones es el llamado voto blando, los independientes. Votaron por Néstor y Cristina después de Duhalde, ante la crisis por De Narváez, luego otra vez por Cristina, dos años después contra Cristina por Massa; gracias Massa, pero en 2015 por Macri; cuatro años después contra Macri creyéndole a Alberto y a Massa que no eran Cristina.

¿Qué significaría ahora un disgusto electoral para el Gobierno? Ganar por poco y perder posiciones en Diputados y Senado; peor aún sacar menos votos que la suma de los opositores y perder en la provincia de Buenos Aires. Si esto ocurriera: ¿Qué votos perdería el Gobierno? ¿Los fanatizados o los blandos? ¿Quién espanta los votos del 2019? ¿Solamente Alberto?

Volvamos a los dos temas centrales que afectan al Gobierno. La mala gestión de la pandemia que agrava la crisis económica nunca revertida. ¿Cuánto sumó a la desconfianza económica en estos dos años de Alberto la figura, los mensajes y las iniciativas de Cristina, Máximo, Axel y todo el colectivo de izquierda que los respalda? En la pésima decisión de bloquear las vacunas de los Estados Unidos para privilegiar los acuerdos con Rusia y con China, ¿Cristina y Axel no tuvieron nada que ver?

¿No fueron acaso los talibanes sanitarios bonaerenses, con Daniel Gollán y Nicolás Kreplak a la cabeza, quienes presionaron para anticipar las cuarentenas extremas y cerrar colegios y comercios?

¿No fueron acaso Cristina, Axel y Máximo quienes le declararon la guerra a los porteños y a la clase media desde la provincia de Buenos Aires? La demonización de los que pedían abrir las escuelas no provenía de los sindicatos docentes que se identifican con Cristina? A propósito, ¿La profesora enajenada que les grita a los alumnos, a quién defiende, con quién se identifica? ¿Los argumentos que utiliza contra los alumnos no son los mismos que los de Axel y La Cámpora?

¿Acaso no fueron las autoridades de la provincia de Buenos Aires los que le cerraron la puerta a intendentes y al sector privado; y bajo un estatismo sanitario casi cubano dispusieron el control centralizado para la compra distribución y aplicación de las vacunas?

No hace falta recordar a qué agrupación política y con qué líderes se identifican la mayoría de los vacunados VIP conocidos hasta ahora, causa que fuera reabierta en la Justicia por la Cámara Federal y promete consecuencias bastante más graves que los cumpleaños en Olivos.

Está claro además que, si el resultado electoral es malo para el Gobierno, significaría una mala elección en la provincia de Buenos Aires. ¿Quién la gobierna?

¿No es acaso el estatismo de Axel Kicillof en quién se inspira el plan económico que viene fracasando a la vista de todos? Cepo cada vez peor, controles por todos lados, amenaza de devaluación, súper brecha, alta inflación, batalla contra los acreedores y el sector empresario, cada vez más impuestos, emisión irresponsable, subsidios explosivos y demás distorsiones que alimentan futuros estallidos.

Conviene profundizar en este debate. Más allá de las internas y de que cada sector le coloca la responsabilidad al otro, es importante entender el mensaje de lo que vote la ciudadanía. Sobre todo para medir cómo sigue el Gobierno después de las elecciones.

Si se acepta que no sólo Alberto es el culpable de que las cosas estén como están, y por el contrario se empieza a percibir que el voto blando se aparta más por Cristina y sus aliados de izquierda, que por el comportamiento del Presidente; la puja por el futuro Gabinete y por el reordenamiento del oficialismo será creciente. No sería tan fácil un volantazo radical a la izquierda en el Gobierno.

Otra vez toda la responsabilidad y decisión estará en el Presidente. Deberá enfrentar a una Cristina tal vez más debilitada, la ilusión que hoy festejan por anticipado mercados y empresas que leen encuestas.

Guillermo Kohan

Alberto y Cristina Elecciones 2021 opinión Paso politica

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